viernes, 30 de mayo de 2014

A propósito de esa ‘bendita’ pelota



Me gusta el fútbol, también lo jugué. Grité muchos goles de El Nacional de Quito y de mi selección ecuatoriana y celebré enardecido cuando clasificamos por vez primera al Mundial, con gol de Kaviedes, donde hicimos realidad el “¡Sí se puede!”.

No seré cínico diciendo que no he visto los partidos y que no vibré con los goles de Valencia. Sin embargo, también confieso mi horror por lo que está pasando mucha gente en Brasil por promesas incumplidas. Mientras disfrutamos frente al televisor los enganches de Neymar, los tiros con efecto de Messi, muchos brasileños protestan. Es triste ver una cara de opulencia y otra de impotencia popular. Los seres humanos merecemos respuestas claras, medidas atinadas y justas de las autoridades, no acciones desesperadas. Las imágenes de desalojos violentos, “limpiezas” en las favelas, lucha en las calles, mostradas en las redes informacionales, no son invento ni pataletas de unos pocos, sino la cruda realidad de un gigante con pies de barro que decidió organizar un Mundial en medio de una crisis económico-social.

En Chile el dos a cero contra España desató una alegría nacional, que en la capital significó más de quinientos buses destrozados, paraderos rotos, negocios saqueados, vehículos agredidos en una lucha campal entre carabineros y exaltados en la céntrica Plaza Italia, adonde llegaron más de cincuenta mil personas a festejar. Súmese a ello una cincuentena de choferes heridos, fanáticos detenidos. Los choferes amenazan con paralizar el transporte público en los partidos siguientes por la falta de seguridad.

Para algunos, el fútbol es el opio de los pueblos; para otros, el negocio más rentable del mundo. Yo exculpo al fútbol, inventado por los mayas hace miles de años y no por los ingleses como nos han hecho creer. Culpo a quienes se apoderaron de este ancestral juego y lo convirtieron en un lucrativo negocio que trae diversión, pero también descontento social. El fútbol es la excusa para exacerbar pasiones y camuflar rabias retenidas en forma de celebración, como lo acontecido en Santiago. En nombre del fútbol, un juez de la República suspende una audiencia contra imputados del emblemático caso de la “fallida alerta de maremoto 2010”, aduciendo que el partido podía ser un día histórico para Chile. El fútbol fue una excusa para la guerra de 1969 entre Honduras y El Salvador, y pretexto de paz cuando el Santos de Pelé de los años setenta logró la tregua entre las dos repúblicas del Congo y entre la separatista Biafra y Nigeria, país que hoy está sumido en luchas intestinas que mantiene a 200 niñas y otras tantas mujeres secuestradas por grupos terroristas, mientras el balón sigue rodando.

Maradona dijo: “La pelota no se mancha”; yo creo que está algo manchada por la codicia mercantilista que tiene secuestrado al fútbol. Es mi décimo Mundial, ojalá pasemos de fase, si no seguiré gritando goles y exclamando con fuerza que ¡sí se puede! derrotar la desigualdad, ¡sí se puede! arrebatar el fútbol de esas manos sedientas de ambición para devolvérselo al colectivo, que ¡sí se puede! hacer un Mundial donde todo el pueblo grite ¡goooooooool!

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