lunes, 18 de noviembre de 2013

Análisis de la película "Juicio a Dios" De Emmony, A. (2008)



"Juicio a Dios"


 El Estado de Excepción que regía en el campo de concentración privaba al hombre de todos derechos, de toda condición de humano, pero en medio del holocausto había algo que ese estado no podía prohibirles, el derecho a discernir, aun en las puertas de la muerte. Y ese derecho le permitía cuestionarse aquello que había sido lo más sagrado para ellos: su fe y su Dios. Cuestionamiento que lo conduce a una contradicción entre cuerpo y alma, y a tomar una postura política respecto a su presente Agamben (2004) dice:

 …En nuestra cultura el hombre ha sido pensado siempre como la articulación y la conjunción de dos principios opuestos: un alma  y un cuerpo, el lenguaje y la vida, en este caso un elemento político y un elemento viviente. Debemos en cambio aprender a pensar el hombre como aquello que resulta de la desconexión de estos dos elementos e investigar no el misterio metafísico de la conjunción, sino el misterio práctico de la separación. (p. 16). 
Y es en ese misterio, donde un grupo de hombres al encontrarse en situaciones catastróficas, en igualdad de condiciones tienen dos elementos a los cuales aferrarse: la unidad y la fe. Uno de los cuestionamientos a Dios en la película es su falta de “criterio” al mandar a sufrir a inocentes para purgar las culpas de todo un pueblo. Se le acusa de asesinato por incumplir el contrato que firmó en el desierto con Moisés cuando prometió que si obedecían las leyes de Dios ellos serían el pueblo elegido, una Nación Sacerdotal. Algunos pensaban que se debía rezar más, demostrar ser un buen judío y aceptar con resignación el sacrificio, el sufrimiento que era parte del plan de Dios. Que quizá no era Dios quien incumplió el pacto sino ellos mismos. Otros cuestionan el porqué Dios elige castigar a los buenos hombres y no a los malvados como Hitler. En pleno Estado de Excepción, a pocas horas de ser llevados a  la muerte pretender que es Dios quien ejecuta todos los actos como sacrificio, y que no se debe cuestionar nada, porque todo está predestinado a suceder, es encarcelar la capacidad del hombre a pensar, a discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto o lo incorrecto, tomar decisiones, erradas o correctas.


Quiero decir, desde un punto de vista que desconstruye, en el interior mismo de lo político, cualquier creencia en un ordenamiento divino de las cosas políticas, significa cualquier pretensión de totalidad típica de aquellos -“locos por el Estado”- que olvidan el carácter necesariamente parcial, dual, plural, de la representación política, su inauntenticidad constitutiva, su `diabolicidad´(en el sentido de `dos´) originaria, su estructural inadecuación para representar lo entero, la comunidad, el individuum: “El desprecio, la decadencia y la muerte del Estado, la liberación de la persona particular (me cuido mucho de decir del “individuo”) serán la consecuencia de la idea democrática del Estado” (Espósito, 1996, p.48). Estas palabras son válidas no solo para criticar las ideas políticas  de los opresores como Hitler, sino también la pasividad de los rabinos al tratar que todos aceptaran el sufrimiento y la muerte con entera resignación, pues el malvado acto político y criminal de su verdugo era una acción divina. Hitler era solo una herramienta usada por Dios. Por eso en esa sala el enjuiciado no era Hitler sino su creador político. Uno de los fiscales en el juicio indica:

Los hombres hacen sus necesidades a imagen de sus dioses, por lo tanto las sociedades con muchos dioses tienen muchos líderes, diferentes centros de poder…y luego vinieron los judíos y dicen que hay un solo Dios, y crea una sociedad que concentra todos los poderes en manos de un hombre, un rey, una sociedad eficaz, un buque eficiente. Un dios, un rey. Así es como es. Se trata del poder y la lucha y lo que han perdido…En este lugar Hitler es Dios. (De Emmony, 2008, God  on Trial) y Agamben (2004) manifiesta: “Al único Dios en los cielos corresponde un único imperio sobre la tierra” (p. 20), y según este criterio, para los Rabinos, Hitler no era Dios, era solo el elegido por Dios para que dirigiera la purificación, y daba lo mismo qué métodos atroces usase para lograrlo. Esta teoría de los Rabinos es la misma que han usado y siguen usando, tanto gobiernos totalitarios como democráticos para justificar decretos coercitivos cuando, su régimen en estado de decadencia amenaza sucumbir. Ese es el Estado de Excepción, es decir lo importante es mantener el régimen, totalitario o “democrático”, no importa a qué costa. Todavía escuchó en Chile algunos “neonazis” trasnochados que dicen que lo sucedido en Septiembre del 73´ era necesario para evitar que los comunistas, con Cuba y Rusia a la cabeza, se adueñaran de país, y lo que es peor, afirman que gracias a “su General” Chile es un país próspero hoy. (Próspero para unos pocos que le economía de mercado les tiene llenos los bolsillos). Es decir se usa la conjunción: terror y sufrimiento vs beneficios y prosperidad. La herramienta fundamental del Estado de Excepción es el terror para minar cualquier capacidad de respuesta del contrario. Terror que solo puede ser combatido con una postura política que exija justicia y condena para los culpables, o también puede ser inducido a que el desgraciado acepte su condena sin reclamo alguno so pena que Dios lo castigue nuevamente negándole la entrada al paraíso. Ranciere (2005) indica:

Lo que responde entonces al fenómeno del terror, es bien una justicia infinita, que ataca a todo lo que suscita o que podría suscitar terror. Una justicia que no se detendrá jamás o que se detendrá cuando haya cesado el terror, que por definición no se detiene jamás en los seres sometidos al traumatismo del nacimiento. Al mismo tiempo esta justicia infinita es una justicia que se ubica por encima de toda regla de derecho. (p. 27). Y esa era la justicia que los presos querían lograr en esas cuatro paredes en busca del culpable del holocausto. Sin embargo el mismo Ranciere (2005) piensa que quizá lo que se opone al mal del terror es un mal menor o la conservación de lo que es, o bien una salvación que llegaría de la radicalización de la catástrofe, argumento usado por algunos ejércitos actuales para justificar intervenciones. (p. 32) Los Estados Unidos e Israel lo usan para invadir países. Mujeres, niños, ancianos, que caen inocentemente son para ellos solo “efectos colaterales” de la democracia mundial, un mal menor.

En la esfera religiosa ese mal menor radica en creer que después de ese sacrificio vendrá la purificación, luego la salvación, aunque no sea para ellos, el individuo, sino para el Otro, para el pueblo que sobrevive a la masacre. Uno de los personajes argumenta que la primera purificación que tuvieron los Judíos fue en el diluvio, la segunda la destrucción del templo por Nabucodonosor y, de no ser nada, ahora con la Torá, eran poderosos. Que si se hubieran quedado como estaban no habrían avanzado tanto. (De Emmony, 2008, Juicio a Dios) Y otro agrega “Imaginen que Dios es cirujano y tiene que eliminar un brazo o una pierna con gangrena para curar todo el cuerpo. Es un acto violento. Es doloroso. Pero también es amoroso” Es decir, para algunos el dolor, el castigo, la muerte es por un acto de amor. Para mí, ese acto de amor de Dios está presente en milagros, como por ejemplo el bebé en China que resultó vivo después de estar dentro de un tubo del sanitario, ese acto de amor está presente en el cambio en la lista del padre por el hijo, para que éste viviera unos días más. (Contradiciendo su propia creencia, pues si estaba seguro que iban todos a los brazos de Dios, daba lo mismo quien iba primero a la cámara de gas) Ese Dios tan macabro y castigador, no me cuadra. ¿El juicio de los fiscales a Dios y la defensa de los Rabinos era un ejercicio democrático en pleno Estado de Excepción? Espósito (1996) afirma:

… democracia es la liberación de lo político, de la propia autovaloración, del creerse, definirse o atribuirse valor. De su intención, presunción por representar el Uno, el Bien, la Justicia (…) La democracia remite contemporáneamente a esta doble  `salvación´: es esta –tal distancia respecto al valor y del valor – la que la substrae a cualquier precipitación consecuentemente nihilista: no su pretendida valoración (p. 47) Creo que en el juicio existió democracia precisamente porque hubo quienes se liberaron del Torá, de la religión, es decir del propio Dios, de su propia contradicción existencial. Sin embargo pienso que también había algo de totalitarismo, de ideas ciegas, sin dejar algún resquicio para la validez del argumento contrario. Esposito (1996) advierte:

El totalitarismo no es lo otro, sino el revés de la democracia. La diferencia no es poca cosa, porque es la que hay entre una oposición simple y una oposición sometida a una arriesgada copresencia donde el riesgo está representado por el hecho de que el totalitarismo a pesar de que se opone a la democracia, tiene sus raíces de modo embrionario dentro de ella y no en su exterior. (p. 41).  Es decir el totalitarismo y la democracia pueden constituir dos caras de la misma moneda. Quizá por eso el Estado de Excepción ha sido un mecanismo de coacción usado no solo en dictaduras militares sino también en regímenes democráticos.  Hoy en día muchos usan esa amenaza para evitar las manifestaciones populares, un ex ministro de Gobierno de Piñera amenazaba siempre con aplicarla, claro acá se le da otro nombre “Ley de seguridad del Estado” “Ley antiterrorista” usada frecuentemente contra los Mapuches.

Surge aquí otro aspecto: La moral, lo ético, eso que limita nuestras acciones entre el bien y el mal, en un estado de excepción queda, de alguna manera, a la libre determinación del individuo. Ranciere (2005) señala:

La moral implicaba la separación de la ley y del hecho. Implicaba al mismo tiempo, la división de morales y derechos, es decir la división entre las maneras de oponer el derecho al hecho. La supresión de esta división tiene un nombre: se llama consenso. (p. 28) Y eso es lo que buscaban los prisioneros, un consenso, usando una herramienta democrática como el juicio. ¿Era ético o moral enjuiciar a Dios de asesinato? ¿Era moral que Dios usara el sacrificio de la madre de Ezra, o el sufrimiento de los hijos de Lleble, sodomizados por Menguele, para purificar la culpa de todos los judíos? Quizá la respuesta la tiene el capataz que no es judío, y dice que hace lo que hace para vivir, que no es una escoria como los otros presos que ya están muertos, que no le preocupa conocer a Dios, porque lo que el hace no es nada comparado con lo que hacen los Sanderkommandos, judíos que envían a otros judíos a las cámaras de gas, que le roban sus utensilios y luego se los venden a otros judíos, judío comiéndose a judío, aun ahí en ese infierno, que él hace su trabajo bien y Dios lo premia por eso, que ahí él es Dios. Y efectivamente el Estado de Excepción, donde no hay Dios ni ley, permite precisamente que cualquiera, verdugo o víctima, con un poquito más de poder que el otro, se autodenomine Ley y Dios.

En efecto el estado de excepción es un estado que indiferencia verdugos y víctimas, tal como hace equivalente lo extremo del crimen del Estado nazi y lo ordinario de la vida de nuestras sociedades. El verdadero horror de los campos, dice Agamben, todavía más que la cámara de gas, es el partido de futbol que oponía en las horas vacías las SS y los judíos de los Sanderkommandos. Y este partido se reinicia cada vez que nosotros prendemos la televisión para ver un partido de fútbol. (Ranciere, 2005, p. 35). ¿Cómo se criticaba a Dios de sus desgracias, cuando algunos judíos mostraban ese comportamiento aberrante contra sus propios hermanos? ¿O solo era ese lado del hombre, que ante la muerte y la desgracia activa su animal instinto de supervivencia? Lo moral por ejemplo nos indica que no debemos comer carne humana. Pero hasta donde llega esa “ley moral”. ¿Tuvieron otra opción los sobrevivientes uruguayos de la tragedia de los Andes? ¿Dios les perdonó ya por aquel acto de canibalismo? ¿O fue una idea de él mismo, que comieran carne humana para sobrevivir? Los testigos de Jehová no permiten transfusiones de sangre. ¿Es una orden de Dios que deben morirse antes que aceptar una pinta de sangre de tu hermano, madre, etc., para vivir? Uno de los litigantes en el juicio dijo: “¿Sabes lo que es un Dios que no es personal? Es el estado del tiempo. Eso es todo”. (De Emmony, 2008, God  on Trial) Y Ranciere (2005) agrega:

…El tiempo volcado hacia el fin a realizar –progreso o emancipación-, es reemplazado por el tiempo tornado hacia la catástrofe que está detrás de nosotros, pero también el viraje ético es una nivelación de las formas mismas de la catástrofe que se invoca. La exterminación de los judíos de Europa aparece entonces, como la forma manifiesta de una situación que caracteriza muy bien lo ordinario de nuestra existencia democrática y liberal. (p. 35) En nosotros está discernir, ¿es Dios en realidad el causante de todos lo crímenes genocidas de Bush, padre e hijo, de Pinochet, y otros representante de gobiernos “democráticos” que siguen manteniendo al pueblo sumido en el terrorismo de Estado? Los Mapuches en el sur, ¿actualmente viven en un gobierno democrático o en un Estado de Excepción? Como paradoja del destino hoy Israel mantiene en Estado de Excepción a sus vecinos apoyados por el gobierno “democrático” de Estados Unidos, que también tiene su propio Estado de Excepción y su campo de concentración en Guantánamo, donde tiene a cientos de árabes acusados de terroristas y los tortura sin las mínimas normas de humanidad y violando los convenios internacionales. Montesquieu en Espósito (1996) señala: “La democracia debe por tanto evitar dos excesos: el espíritu de desigualdad, que lleva al gobierno aristocrático o al uno solo, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo de uno solo, al igual que este termina con la anarquía” (p. 41)

Dios fue declarado culpable en el infierno de ese régimen totalitario. Los dos Bush, Israel y otros defensores de la “democracia” que usan hoy los mismos métodos, esperan el juicio de la historia. Esposito (1996) dice que el hombre sale de la nada, atraviesa el tiempo y desaparece en el seno de Dios, y que es lo bastante claro como para ser algo de sí mismo y muy oscuro como para que los demás hurguen en sus tinieblas impenetrables. (p. 55) Quizá el capataz tenía razón, y cada uno de nosotros tenemos alguna vez la oportunidad de ser “Dios” y de poseer la moneda en nuestras manos, de nosotros depende qué lado utilizar.

 (Antonio Ayoví Nazareno)


Bibliografia:


Agamben, G. (2004). Estado de excepción. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editores.



Esposito, R. (1996). Confines de lo político. Nueve pensamientos sobre política. Madrid: Trotta.



Rancière, J. (2006). El viraje ético de la estética y la política. Santiago de Chile: Palinodia



De Emmony, A. (2008). God on trial (Juicio a Dios)

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