"Juicio a Dios"
El Estado de Excepción
que regía en el campo de concentración privaba al hombre de todos derechos, de
toda condición de humano, pero en medio del holocausto había algo que ese
estado no podía prohibirles, el derecho a discernir, aun en las puertas de la
muerte. Y ese derecho le permitía cuestionarse aquello que había sido lo más
sagrado para ellos: su fe y su Dios. Cuestionamiento que lo conduce a una
contradicción entre cuerpo y alma, y a tomar una postura política respecto a su
presente Agamben (2004) dice:
…En nuestra cultura el
hombre ha sido pensado siempre como la articulación y la conjunción de dos
principios opuestos: un alma y un cuerpo, el lenguaje y la vida, en este caso
un elemento político y un elemento viviente. Debemos en cambio aprender a
pensar el hombre como aquello que resulta de la desconexión de estos dos
elementos e investigar no el misterio metafísico de la conjunción, sino el
misterio práctico de la separación. (p. 16).
Y es en ese
misterio, donde un grupo de hombres al encontrarse en situaciones
catastróficas, en igualdad de condiciones tienen dos elementos a los cuales
aferrarse: la unidad y la fe. Uno de los cuestionamientos a Dios en la película
es su falta de “criterio” al mandar a sufrir a inocentes para purgar las culpas
de todo un pueblo. Se le acusa de asesinato por incumplir el contrato que firmó
en el desierto con Moisés cuando prometió que si obedecían las leyes de Dios
ellos serían el pueblo elegido, una Nación Sacerdotal. Algunos pensaban que se
debía rezar más, demostrar ser un buen judío y aceptar con resignación el
sacrificio, el sufrimiento que era parte del plan de Dios. Que quizá no era
Dios quien incumplió el pacto sino ellos mismos. Otros cuestionan el porqué
Dios elige castigar a los buenos hombres y no a los malvados como Hitler. En
pleno Estado de Excepción, a pocas horas de ser llevados a la muerte pretender que es Dios quien ejecuta
todos los actos como sacrificio, y que no se debe cuestionar nada, porque todo
está predestinado a suceder, es encarcelar la capacidad del hombre a pensar, a
discernir entre lo bueno y lo malo, lo correcto o lo incorrecto, tomar decisiones,
erradas o correctas.
Quiero decir, desde un
punto de vista que desconstruye, en el interior mismo de lo político, cualquier
creencia en un ordenamiento divino de las cosas políticas, significa cualquier
pretensión de totalidad típica de aquellos -“locos por el Estado”- que olvidan
el carácter necesariamente parcial, dual, plural, de la representación
política, su inauntenticidad constitutiva, su `diabolicidad´(en el sentido de
`dos´) originaria, su estructural inadecuación para representar lo entero, la
comunidad, el individuum: “El desprecio, la decadencia y la muerte del Estado,
la liberación de la persona particular (me cuido mucho de decir del “individuo”)
serán la consecuencia de la idea democrática del Estado” (Espósito, 1996, p.48). Estas palabras son válidas no solo para criticar
las ideas políticas de los opresores
como Hitler, sino también la pasividad de los rabinos al tratar que todos
aceptaran el sufrimiento y la muerte con entera resignación, pues el malvado
acto político y criminal de su verdugo era una acción divina. Hitler era solo
una herramienta usada por Dios. Por eso en esa sala el enjuiciado no era Hitler
sino su creador político. Uno de los fiscales en el juicio indica:
Los hombres hacen sus
necesidades a imagen de sus dioses, por lo tanto las sociedades con muchos
dioses tienen muchos líderes, diferentes centros de poder…y luego vinieron los
judíos y dicen que hay un solo Dios, y crea una sociedad que concentra todos
los poderes en manos de un hombre, un rey, una sociedad eficaz, un buque
eficiente. Un dios, un rey. Así es como es. Se trata del poder y la lucha y lo
que han perdido…En este lugar Hitler es Dios. (De Emmony, 2008, God on Trial) y
Agamben (2004) manifiesta: “Al único Dios en los cielos corresponde un único
imperio sobre la tierra” (p. 20), y según este criterio, para los Rabinos,
Hitler no era Dios, era solo el elegido por Dios para que dirigiera la
purificación, y daba lo mismo qué métodos atroces usase para lograrlo. Esta
teoría de los Rabinos es la misma que han usado y siguen usando, tanto
gobiernos totalitarios como democráticos para justificar decretos coercitivos
cuando, su régimen en estado de decadencia amenaza sucumbir. Ese es el Estado
de Excepción, es decir lo importante es mantener el régimen, totalitario o
“democrático”, no importa a qué costa. Todavía escuchó en Chile algunos
“neonazis” trasnochados que dicen que lo sucedido en Septiembre del 73´ era
necesario para evitar que los comunistas, con Cuba y Rusia a la cabeza, se
adueñaran de país, y lo que es peor, afirman que gracias a “su General” Chile
es un país próspero hoy. (Próspero para unos pocos que le economía de mercado les
tiene llenos los bolsillos). Es decir se usa la conjunción: terror y
sufrimiento vs beneficios y prosperidad. La herramienta fundamental del Estado
de Excepción es el terror para minar cualquier capacidad de respuesta del contrario.
Terror que solo puede ser combatido con una postura política que exija justicia
y condena para los culpables, o también puede ser inducido a que el desgraciado
acepte su condena sin reclamo alguno so pena que Dios lo castigue nuevamente
negándole la entrada al paraíso. Ranciere (2005) indica:
Lo que responde
entonces al fenómeno del terror, es bien una justicia infinita, que ataca a
todo lo que suscita o que podría suscitar terror. Una justicia que no se
detendrá jamás o que se detendrá cuando haya cesado el terror, que por definición
no se detiene jamás en los seres sometidos al traumatismo del nacimiento. Al
mismo tiempo esta justicia infinita es una justicia que se ubica por encima de
toda regla de derecho. (p. 27). Y esa era la
justicia que los presos querían lograr en esas cuatro paredes en busca del
culpable del holocausto. Sin embargo el mismo Ranciere (2005) piensa que quizá
lo que se opone al mal del terror es un mal menor o la conservación de lo que
es, o bien una salvación que llegaría de la radicalización de la catástrofe,
argumento usado por algunos ejércitos actuales para justificar intervenciones.
(p. 32) Los Estados Unidos e Israel lo usan para invadir países. Mujeres,
niños, ancianos, que caen inocentemente son para ellos solo “efectos
colaterales” de la democracia mundial, un mal menor.
En la esfera religiosa
ese mal menor radica en creer que después de ese sacrificio vendrá la
purificación, luego la salvación, aunque no sea para ellos, el individuo, sino para
el Otro, para el pueblo que sobrevive a la masacre. Uno de los personajes
argumenta que la primera purificación que tuvieron los Judíos fue en el
diluvio, la segunda la destrucción del templo por Nabucodonosor y, de no ser
nada, ahora con la Torá, eran poderosos. Que si se hubieran quedado como
estaban no habrían avanzado tanto. (De Emmony, 2008, Juicio a Dios) Y otro
agrega “Imaginen que Dios es cirujano y tiene que eliminar un brazo o una
pierna con gangrena para curar todo el cuerpo. Es un acto violento. Es
doloroso. Pero también es amoroso” Es decir, para algunos el dolor, el castigo,
la muerte es por un acto de amor. Para mí, ese acto de amor de Dios está
presente en milagros, como por ejemplo el bebé en China que resultó vivo
después de estar dentro de un tubo del sanitario, ese acto de amor está presente
en el cambio en la lista del padre por el hijo, para que éste viviera unos días
más. (Contradiciendo su propia creencia, pues si estaba seguro que iban todos a
los brazos de Dios, daba lo mismo quien iba primero a la cámara de gas) Ese
Dios tan macabro y castigador, no me cuadra. ¿El juicio de los fiscales a Dios
y la defensa de los Rabinos era un ejercicio democrático en pleno Estado de
Excepción? Espósito (1996) afirma:
… democracia es la
liberación de lo político, de la propia autovaloración, del creerse, definirse
o atribuirse valor. De su intención, presunción por representar el Uno, el
Bien, la Justicia (…) La democracia remite contemporáneamente a esta doble `salvación´: es esta –tal distancia respecto
al valor y del valor – la que la substrae a cualquier precipitación
consecuentemente nihilista: no su pretendida valoración (p. 47) Creo que en el juicio existió democracia precisamente porque
hubo quienes se liberaron del Torá, de la religión, es decir del propio Dios,
de su propia contradicción existencial. Sin embargo pienso que también había
algo de totalitarismo, de ideas ciegas, sin dejar algún resquicio para la
validez del argumento contrario. Esposito (1996) advierte:
El totalitarismo no es
lo otro, sino el revés de la democracia. La diferencia no es poca cosa, porque
es la que hay entre una oposición simple y una oposición sometida a una
arriesgada copresencia donde el riesgo está representado por el hecho de que el
totalitarismo a pesar de que se opone a la democracia, tiene sus raíces de modo
embrionario dentro de ella y no en su exterior. (p. 41). Es decir el totalitarismo y la democracia pueden constituir dos caras de
la misma moneda. Quizá por eso el Estado de Excepción ha sido un mecanismo de
coacción usado no solo en dictaduras militares sino también en regímenes
democráticos. Hoy en día muchos usan esa
amenaza para evitar las manifestaciones populares, un ex ministro de Gobierno
de Piñera amenazaba siempre con aplicarla, claro acá se le da otro nombre “Ley
de seguridad del Estado” “Ley antiterrorista” usada frecuentemente contra los
Mapuches.
Surge aquí otro
aspecto: La moral, lo ético, eso que limita nuestras acciones entre el bien y
el mal, en un estado de excepción queda, de alguna manera, a la libre
determinación del individuo. Ranciere (2005) señala:
La moral implicaba la
separación de la ley y del hecho. Implicaba al mismo tiempo, la división de
morales y derechos, es decir la división entre las maneras de oponer el derecho
al hecho. La supresión de esta división tiene un nombre: se llama consenso. (p. 28) Y eso es lo que buscaban los prisioneros, un consenso, usando
una herramienta democrática como el juicio. ¿Era ético o moral enjuiciar a Dios
de asesinato? ¿Era moral que Dios usara el sacrificio de la madre de Ezra, o el
sufrimiento de los hijos de Lleble, sodomizados por Menguele, para purificar la
culpa de todos los judíos? Quizá la respuesta la tiene el capataz que no es
judío, y dice que hace lo que hace para vivir, que no es una escoria como los
otros presos que ya están muertos, que no le preocupa conocer a Dios, porque lo
que el hace no es nada comparado con lo que hacen los Sanderkommandos, judíos
que envían a otros judíos a las cámaras de gas, que le roban sus utensilios y
luego se los venden a otros judíos, judío comiéndose a judío, aun ahí en ese
infierno, que él hace su trabajo bien y Dios lo premia por eso, que ahí él es
Dios. Y efectivamente el Estado de Excepción, donde no hay Dios ni ley, permite
precisamente que cualquiera, verdugo o víctima, con un poquito más de poder que
el otro, se autodenomine Ley y Dios.
En efecto el estado de
excepción es un estado que indiferencia verdugos y víctimas, tal como hace
equivalente lo extremo del crimen del Estado nazi y lo ordinario de la vida de
nuestras sociedades. El verdadero horror de los campos, dice Agamben, todavía
más que la cámara de gas, es el partido de futbol que oponía en las horas
vacías las SS y los judíos de los Sanderkommandos. Y este partido se reinicia
cada vez que nosotros prendemos la televisión para ver un partido de fútbol. (Ranciere, 2005, p. 35). ¿Cómo se criticaba a Dios de sus desgracias,
cuando algunos judíos mostraban ese comportamiento aberrante contra sus propios
hermanos? ¿O solo era ese lado del hombre, que ante la muerte y la desgracia
activa su animal instinto de supervivencia? Lo moral por ejemplo nos indica que
no debemos comer carne humana. Pero hasta donde llega esa “ley moral”.
¿Tuvieron otra opción los sobrevivientes uruguayos de la tragedia de los Andes?
¿Dios les perdonó ya por aquel acto de canibalismo? ¿O fue una idea de él
mismo, que comieran carne humana para sobrevivir? Los testigos de Jehová no
permiten transfusiones de sangre. ¿Es una orden de Dios que deben morirse antes
que aceptar una pinta de sangre de tu hermano, madre, etc., para vivir? Uno de
los litigantes en el juicio dijo: “¿Sabes lo que es un Dios que no es personal?
Es el estado del tiempo. Eso es todo”. (De Emmony, 2008, God on Trial) Y Ranciere (2005) agrega:
…El tiempo volcado
hacia el fin a realizar –progreso o emancipación-, es reemplazado por el tiempo
tornado hacia la catástrofe que está detrás de nosotros, pero también el viraje
ético es una nivelación de las formas mismas de la catástrofe que se invoca. La
exterminación de los judíos de Europa aparece entonces, como la forma
manifiesta de una situación que caracteriza muy bien lo ordinario de nuestra
existencia democrática y liberal. (p. 35) En nosotros
está discernir, ¿es Dios en realidad el causante de todos lo crímenes genocidas
de Bush, padre e hijo, de Pinochet, y otros representante de gobiernos
“democráticos” que siguen manteniendo al pueblo sumido en el terrorismo de Estado?
Los Mapuches en el sur, ¿actualmente viven en un gobierno democrático o en un
Estado de Excepción? Como paradoja del destino hoy Israel mantiene en Estado de
Excepción a sus vecinos apoyados por el gobierno “democrático” de Estados
Unidos, que también tiene su propio Estado de Excepción y su campo de
concentración en Guantánamo, donde tiene a cientos de árabes acusados de
terroristas y los tortura sin las mínimas normas de humanidad y violando los
convenios internacionales. Montesquieu en Espósito (1996) señala: “La
democracia debe por tanto evitar dos excesos: el espíritu de desigualdad, que
lleva al gobierno aristocrático o al uno solo, y el espíritu de igualdad
extrema, que la conduce al despotismo de uno solo, al igual que este termina
con la anarquía” (p. 41)
Dios fue declarado
culpable en el infierno de ese régimen totalitario. Los dos Bush, Israel y
otros defensores de la “democracia” que usan hoy los mismos métodos, esperan el
juicio de la historia. Esposito (1996) dice que el hombre sale de la nada,
atraviesa el tiempo y desaparece en el seno de Dios, y que es lo bastante claro
como para ser algo de sí mismo y muy oscuro como para que los demás hurguen en
sus tinieblas impenetrables. (p. 55) Quizá el capataz tenía razón, y cada uno
de nosotros tenemos alguna vez la oportunidad de ser “Dios” y de poseer la
moneda en nuestras manos, de nosotros depende qué lado utilizar.
(Antonio Ayoví Nazareno)
Agamben,
G. (2004). Estado de excepción. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editores.
Esposito,
R. (1996). Confines de lo político. Nueve pensamientos sobre política. Madrid:
Trotta.
Rancière,
J. (2006). El viraje ético de la estética y la política. Santiago de Chile:
Palinodia
De
Emmony, A. (2008). God on trial (Juicio a Dios)
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