lunes, 18 de noviembre de 2013

El Pensamiento Político en la poética de Víctor Jara



El Pensamiento Político en la poética de Víctor Jara

Hablar sobre Víctor Jara, sobre ese hombre de pueblo que enfrentó la adversidad con su voz, su guitarra y su talento artístico, es una riesgosa misión, ya que sobre él se han llenado millares de páginas, realizado documentales, crónicas, películas, etc. No obstante escarbaremos un poco en sus ideales, su pensamiento político social que lo llevaba a prestar su ayuda, su hombro solidario a las poblaciones marginales, a los obreros, los estudiantes, los campesinos, los humildes y olvidados del sistema capitalista. ¿Qué es lo lleva a este iluminado artista a sembrar sus cimientos ideológicos y políticos en la masa? ¿Cómo, después de pasar por varias etapas difíciles en su vida material y espiritual llega a consolidarse como un líder social, político que trasciende generaciones? ¿Cómo consolida su pensamiento político con plena convicción en el proyecto de la Unidad Popular? ¿Cómo tuvo esa visión de usar el arte como herramienta de conciencia política y social del pueblo?
            Víctor Jara tuvo esa capacidad de asumir y asumirse como revolucionario, y cuando tuvo que tuvo el arma en sus manos supo usarla, extraer todo el poder de “fuego” y disparar a quemarropa, sostenidos y bemoles, directo al corazón del pueblo, para conquistar un amor inseparable. En plena época de revoluciones en América Latina, sobre todo la efervescencia del triunfo de la Revolución Cubana, donde la lucha armada fue la forma de llegar al poder, Víctor Jara con su guitarra, su voz y su compromiso con los humildes, también lograba una revolución artística, social, política. Una de sus tutoras musicales fue la gran Violeta Parra, con quien no solo compartían su espíritu social, sino también, una identidad existencial de sus infancias, como la relación con sus padres. En ambos casos sumidos en el alcohol, el abandono, la pobreza, el desarraigo de su campo Chillanejo.
            Víctor Jara vivió  la pobreza en carne propia, vivió el dolor de su madre, por las condiciones de vida que tenían. Sufrió la angustia de su padre, como obrero, campesino explotado por ese sistema capitalista que él llegó a detestar. De este contacto con la pobreza, de esa vivencia desgarradora, se engendra ese rechazo al sistema injusto y se va formando su conciencia social con la experiencia de su propia historia. Esa empatía social con las tomas, las poblaciones, son un reflejo de su propia realidad, de haber palpado la gran diferencia social en su país, rico en recursos pero que tenía al pueblo en condiciones indecorosas. Obreros mal pagados, campesinos trabajando las tierras de otros, niños desnutridos, el pueblo sin casas tomándose tierras, es decir una abierta contradicción económica entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Una sociedad a punto de colapsar por las injusticias sociales. Y Víctor Jara asumía su realidad histórica y política, su posición de clase que traía desde la cuna. Su madre le heredó la guitarra, el canto, la palabra decidora, el grito rebelde camuflado entre las notas y el trabajo sacrificado para subsistir en esa sociedad desigual, donde la riqueza de unos pocos, esclavizaba a todo un pueblo.
             El modo cómo los hombres producen sus medios de vida depende, ante              todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran  y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de modo de vida de los mismos. (Marx & Engels,  1968, p.220)
             Y el modo de actividad de Víctor era junto a las masas, ya sea en las poblaciones, en las salas de teatro, en sus giras, pero siempre con su mensaje orientado a denunciar a esa sociedad alienante, a dar aliento para continuar la lucha y romper las cadenas, para liberarse de sí mismos, de ese miedo, de esa inercia, cuando en  “Canto Libre” dice:
             (…) Mi canto es un canto libre / que se quiere regalar
             a quien le estreche su mano / a quien quiera disparar.

             Mi canto es una cadena / sin comienzo ni final
             y en cada eslabón se encuentra / el canto de los demás (…)
(Jara, 2012,              p.102).
Y esas manos eran la masa rompiendo esas cadenas que la oprimían,  alentadas por los rebeldes gritos que disparaba la guitarra. Y cada vez más su compromiso político y su alianza indisoluble con su alter ego, que era ese pueblo hambriento de justicia, lo encamina irremediablemente a asumirse como miembro de un partido, que representaba a obreros y trabajadores en esa incontenible lucha de clases. Tomar una acción partidaria conlleva, al mismo tiempo que se articula una estrategia de acción social a través de su canto, el teatro, la docencia, también debe desenvolverse en el contexto y las estructuras del Partido Comunista al cual perteneció desde las Juventudes. Y es aquí donde este motivador social, que le habla a la gente de amor, de solidaridad, de lucha, de resistencia, de dignidad, se constituye un peligro para los que piensan con la bota y el fusil. No es raro que Víctor Jara haya caído como caen los hombres comprometidos, no es raro que haya caído junto a sus hermanos, obreros y estudiantes, no es raro que haya caído junto a su inseparable guitarra. ¿Qué temores podría infundir este hombre para tener el fin que tuvo? El temor que despierta alguien, que con un arma tan poderosa como la justicia, la verdad, la solidaridad, puede hacer daño a un régimen opresor que pregona lo contrario. Aristóteles (1998) señala:
La injusticia más insoportable es la que posee armas, y el hombre está     naturalmente provisto de armas al servicio de la sensatez y de la virtud, pero puede utilizarlas para las cosas más opuestas. Por eso, sin virtud, es el ser más impío y feroz y el peor en su lascivia y voracidad. La justicia, en cambio, es un valor cívico, pues la justicia es el orden de la comunidad civil, y la virtud de la justicia es el discernimiento de lo justo. (p.29)
           
            Y hacia allá estaba encaminado el pensamiento político de Víctor Jara, a la búsqueda de esa justicia, del bien común de su gente. Entonces, teniendo como su arma el arte, lo usa como una herramienta política de denuncia y no como un mero fin comercial. Y es ahí donde radica su grandeza política, en esa visión social, desprendida de todo acto de individualismo a que el capitalismo conlleva. Esta década del 60, las banderas de la revolución social comienzan a flamear por América Latina, y ese ser individual, parapetado en sus miedos y egoísmos, sale de su estatismo político y conjuntamente con sus hermanos de clase, se politiza y organiza en los barrios, las universidades, las empresas, dejando de lado su individualismo existencial para compartirse con su pueblo. Tocqueville (1984) señala: “El individualismo es un sentimiento reflexivo y apacible que induce a cada ciudadano a aislarse de la masa, de sus semejantes y a mantenerse aparte con su familia y sus amigos” (p.89). Víctor Jara hizo lo contrario, el compromiso social lo lleva precisamente a aislarse un poco de la familia y abrigar, en las poblaciones, la causa, la lucha y las vicisitudes del pueblo. Al respecto el propio Víctor manifestó:

Trato de ser consecuente con lo que digo. Profundizar ideológicamente, estando siempre en contacto con los trabajadores y tratando de pulir, cada vez más, mi material de expresión. Y mi canto es una forma de comunicarme con el   pueblo. De buscar una integración. De proyectar la necesidad de ser mejores. Quien quiera interpretar realmente el alma del pueblo debe recorrer muchos caminos. Y estos caminos no deben ser la búsqueda de soluciones conflictivas personales, sino la búsqueda y el hallazgo de sentirse un ser humano útil para los demás. Sentirse compañero de la mujer que lava, de los hombres que hacen lazos, del que abre surcos, el que baja a la mina, el que tiende redes en el mar, con su propia compañera, con sus hijos y compañeros de trabajo. (Casa de las Américas, 1978, pag.17)                                                                          
           
            Un niño criado con las máximas carencias, que soportó la pobreza, el dolor de ver a sus padres sumidos en el trabajo y el abandono social, en vez de convertirse en un hombre resentido de esa misma sociedad que lo castigó desde pequeño, muy al contrario se convierte en un hombre sociabilizado, político, una política de compromiso popular, de compartir su arte, su canto, sus fuerzas para solidarizar con la clase obrera cuando dice:

Yo canto a los que no pueden ir a la universidad, a los que viven penosa y duramente de su trabajo, a los que son engañados por los demás. Todos esos que se llaman pueblo, con toda la magnificencia que encierra esa palabra (Casa de las Américas, 1978, pag.17).      
           
            El fenómeno social de la Revolución Cubana, demuestra que el pueblo organizado puede luchar contra el capitalismo y derrotarlo. Se vivía un contraste entre la felicidad de un pueblo, por haber derrotado a la opresión reflejada en nuestra América en regímenes totalitarios o gobiernos seudo democráticos, y la agonía de otros aun sumidos en la expoliación. Y Víctor Jara tenía bien claro el escenario, así como estaba convencido del papel que podía desempeñar con su actividad artística, cultural y proselitista, junto a la masa dormida, a la cual despierta haciéndoles ver que la democracia que le vende el sistema es una farsa. Que ese discurso que en la sociedad deben existir pobres y ricos como un designio divino, y que los pobres debían seguir siendo explotados en virtud de la democracia, era un embuste. Tocqueville (1984) señala:
           
            La sociedad está tranquila, no porque tenga conciencia de su fuerza y bienestar, sino al contrario, porque se cree débil y enferma, teme morir si hace un esfuerzo:    Todos sienten el mal, pero nadie tiene el valor y la energía necesarios para buscar  el bien. Se sienten deseos y pesares, penas y alegrías que no producen nada  visible ni duradero, como esas pasiones de senectud que no conducen a más que  a la impotencia. (p.32).
           
            Y es aquí que aparece este iluminado social para decirle al pueblo que si no se lucha se está muerto en vida, que esa impotencia se mata con unidad, con organización, con solidaridad, pero sobre todo con una actitud política contestataria, rebelde, temeraria. Y en plena toma en la población, codo a codo con ellos, en esa lucha constante por un pedazo de tierra, por una vida digna, su guitarra arenga a las masas cantándoles: “¿Por qué el destino nos da / la vida como castigo / pero nadie se acobarda / si el futuro está conmigo / ya se inició la toma,/ compañero calla la boca,/ cuidao con los pacos / que pueden dejar la escoba”. (Jara, 2012, p.76).
            Quizá no alcanzó a aquilatar la enorme carga política y el efecto emancipador de sus letras; quizá no imaginó que su canto se convertía en acordes que agitaban a ese pueblo dormido, anestesiado por el oprobio del patrón. Víctor Jara, quizá sin pensarlo, estaba sembrando conciencia de clase, cuyos efectos hasta hoy están de manifiesto en las luchas populares de los hijos y/o nietos de esos mismos obreros, campesinos, estudiantes, hermanos mapuches que lucharon junto a él cuando cantaba con su guitarra:  “(…) En este hermoso jardín / a momios y dinosaurios / los jóvenes revolucionarios / han dicho basta por fin. ¡Basta! Que viene el guanaco / Móvil oil special / y detrás los pacos / móvil oil special(…)” (Jara, 2012, p.49). Ese canto estimulaba a la masa para unirse y derrotar la injusticia. El legado marxista nos dice que el motor de la sociedad es la lucha de clases, que la única manera de lograr un cambio radical, un cambio verdadero es derrumbando la estructura económica de la sociedad, y eso solo se logra derrocando el régimen obsoleto e instaurando un sistema justo, donde la equidad social, el bien común, sea el objetivo verdadero del Estado. Y Víctor lo sabía cuando cantaba “(…) El joven secundario y el universitario, con el proletariado, quieren revolución (…)” (Jara, 2012, p.49). Esto es lucha de clases, los términos “proletario” y “revolución” que aun, después de cuarenta años, se oyen en las mismas calles que el caminó.
            La virtud del lenguaje poético en sus letras, radica en la carga política que ésta encierra, un mensaje directo, que para su época era un acto temerario. Pero sus convicciones políticas, su compromiso con el pueblo, eran más poderosos. Solo aquellos hombres con una capacidad humana excepcional, como él, se desprenden de las riquezas de que puede gozar su propio yo, para entregarse desnudo a las miserias que sufre el colectivo. Espósito (2003) indica:

Cuando más quiere el individuo defender lo propio contra lo ajeno, más debe dejarse apropiar por la colectividad destinada a defender esa defensa. Esta  metafísica de la apropiación –en primer término de la cosa y en segundo término de la persona misma que reclama su posesión- se encuentra plantada en el núcleo más íntimo de la civilización jurídica occidental. (p.303).
           
            En este caso, creo que no hay diferencia entre lo propio de Víctor y lo colectivo de la masa, porque masa y Víctor se convirtieron en un solo e indisoluble cuerpo, que hasta el día de hoy se mantiene unido, pues Víctor sigue viviendo en su legado, en sus canciones campesinas, en el cigarrito del indigente, en la esperanza de la prostituta, en la joven efervescencia estudiantil, en la rabia del obrero, en las poblaciones que él ayudó a constituir.
            Víctor Jara utilizó todo medio a su alcance para hacer denuncia social, y el teatro fue otra herramienta para ello. Sabía que todo lenguaje servía para que el mensaje llegue al pueblo, sabía que, muy al contrario de lo que se pensaba, éste tenía una sensibilidad cultural para entender, analizar, reflexionar y opinar. Y en su arte experimenta, reestructura lo estático, lo estético, por lo movible, lo rebelde. La revolución tenía que ser completa para que sea verdadera. Sacar el arte de las salas y llevarla a las calles, a las poblaciones, es un acto que lo revoluciona en su esencia, al quitarle esa posesión privativa a un reducido nicho cultural elitista y ponerla al servicio de la masa “inculta”.  Al referirse al arte estético Habermas (1989) dice:

(…) El arte se había convertido en un espejo crítico, que mostraba la naturaleza irreconciliable de los mundos estético y social. El costo doloroso de esta transformación moderna aumentaba cuanto más se alienaba el arte de la vida y se refugiaba en una intocable autonomía completa. De estas corrientes, finalmente, nacieron las energías explosivas que se descargaron en el intento del surrealismo de destruir la esfera autárquica del arte y forzar su reconciliación con la vida. (p.159)
           
            Y es precisamente lo que logra Víctor Jara, al dirigir sus energías a ese reencuentro del arte con su mayor depositario: el pueblo. Esa acción de quitarle el vestido elegante que tenía y vestir el arte con ropa de pueblo, es una acción de grandes repercusiones. Así, el arte popular, cumple no solo el papel de entretener, sino que trasciende a un arte que educa políticamente a la masa, a librarla de su alienación mental. Arendt (1993) afirma: “(…) La primera etapa de esta alienación se señaló por su crueldad, por el infortunio y miseria material que significó para un número constantemente incrementado de “pobres trabajadores” a quienes la expropiación desposeyó de la doble protección, de la familia y de la propiedad (…). (p.284) Y con su accionar Víctor luchaba junto al pueblo en procura de una sociedad que le devuelva al pueblo: la dignidad.

Espiritualidad política y conciencia social.

Cuando le avisan a Victor Jara sobre la muerte de su madre, él se hallaba en plenas clases. Quince años tenía cuando esta segunda pérdida lo embarga, pues años atrás su padre había partido. Su madre se sacrificaba día a día para que Víctor pudiera salir adelante y así poder romper esa pobreza que los abrumaba. No me detendré a detallar los aspectos biográficos de su vida, ya muy estudiados por otros investigadores, ni tampoco hare un recorrido extenso en su discografía ni sus obras teatrales. Quiero detenerme más en la parte vivencial, emocional por las dolorosas pérdidas, que lo pudieron empujar hacia una introspección espiritual, un desahogo, que tal vez decantó en ese apego a lo religioso que lo reducía a su aspecto más íntimo, desprendido de lo propio, lo material, para evocarse al otro, al colectivo que lo elevaba a su máxima esencia humana. Y esta beta espiritual podría ser el punto de partida para su vocación política. Quizá en esa búsqueda interna, cuando entra al seminario Redentorista de San Bernardo movido por el dolor, por la angustia, no pudo encontrar la paz, ni tampoco a Dios, a pesar que la religiosidad siempre fue huésped en su hogar desde su niñez. Quizá notó que esa iglesia no estaba cerca del Dios que el conocía, un Dios de amor, de bondad, al servicio de las masas. Sabemos que históricamente la iglesia, salvo contadas excepciones, ha sido aliada de las clases dominantes. Ya al referirse a la situación del clero en su país, Luxemburgo (2006) afirmaba: “Así el clero, al convertirse en vocero de los ricos, en defensor de la explotación y la opresión, se coloca en contradicción flagrante con la doctrina cristiana: adoran el becerro de oro y el látigo que azota a los pobres e indefensos” (p.94). Algo dentro de la religión no llego a llenar esa carencia espiritual, llevándolo a replantearse nuevamente aquellas interrogantes que lo sumían en un laberinto existencial del cual necesitaba salir. Hegel (1988) plantea:
El principio de la personalidad independiente y en sí misma infinita del individuo,    de la libertad subjetiva, que interiormente surgió con la religión cristiana y    exteriormente –y por tanto ligada con la universalidad abstracta- con el mundo         romano, no alcanza su derecho en la forma sustancial del espíritu real. (p.176). 
Quizá de ese posible desencanto religioso, de ese experimentar en carne propia, que la iglesia no resolvía el problema que como sujeto lo arrastraba hacia una soledad irremediable, llega a la conclusión que los dolores de la tierra se curan en la tierra. Y es más, si la iglesia no podía resolver sus carencias espirituales ¿cómo podría resolver las carencias del pueblo? “La religión nos manda creer que, habiendo sacado Dios mismo a los hombres del estado de naturaleza inmediatamente después de la creación, éstos son desiguales porque Él ha querido que lo fuesen” (Rousseau, 1985, p.120). Pero Víctor no creía lo mismo, porque el Dios que él se había idealizado era un Dios de justicia, de igualdad. Quizá de esta divagación llega a concluir que esa paz espiritual solo podría lograrse  a través de una acción política. Si Dios creó todo, la tierra es de todos, solo había que tomarla. Y cantando nos dice:
Qué saco rogar al cielo / Si en tierra me han de enterrar.
La tierra me da comía, / La tierra me hace sudar.
Qué saco sudando tanto / Y comiendo poco y na,
Si mi tierra no es mi tierra / Y el cielo, cielo no más (…) (Jara, 2012, p.28).
Y del cielo baja a la tierra, toma prestada la voz del hermano de lucha, el uruguayo Daniel Viglietti,  e invita al pueblo a desalambrar, a tomar lo que por justicia y derecho es de todos “de Pedro y María, de Juan y José”, y junto a ellos resiste en las tomas para reivindicar esa propiedad más terrenal que divina. Rousseau (1985) en relación a la propiedad indica:

El primero que, habiendo cercado un terreno, se le ocurrió decir: Esto es mío, y encontró gentes lo bastante simples para creerlo, ese fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, cuántas miserias y horrores no habría evitado el género humano aquel que, arrancado las estacas o allanando el cerco, hubiese gritado a sus semejantes: “Guardaos de escuchar a este impostor: estáis perdido si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra no es  de nadie”! (p.162)
Y Víctor con su guitarra arrancaron esas estacas de la injusticia, y en las tomas les grita a sus hermanos que la tierra no es de nadie y de todos al mismo tiempo. Esa nueva espiritualidad surge en esa solidaridad con el pueblo, en el actuar político en terreno, en la práctica, y no en promesas redentoras. Quizá de esas desilusiones en el Seminario, es que aparece su canto Nuevo, como protesta política, con un esperanzador mensaje de lucha, para vencer la pobreza. Para Díaz-Inostroza (2007) el concepto “Nuevo” viene de una idea de San Pablo que habla sobre el dar paso al hombre espiritual. Que a medida que abandonemos el hombre exterior nos acercamos más al hombre interior. Que cuando el hombre vuelve a ser a imagen y semejanza de Dios, vuelve a sus orígenes. Personalmente creo que quizá para Víctor Jara, el pueblo era su Dios y al fundirse con él volvía a sus orígenes. Y no es descabellado pensarlo, ya que alguna vez he escuchado a buenos sacerdotes predicando que Dios está en el mendigo, en los enfermos, en los desposeídos, en los humillados. Entonces es aquí donde la conjunción social puede confirmar lo dicho. Hegel (1988) añade:

El espíritu sólo tiene su realidad efectiva si se escinde en sí mismo, se da un  límite y una finitud en las necesidades (Bedürfnisse) naturales y en la conexión de esa necesidad (Notwendigkeit) exterior, y penetrando en ellas se cultiva, las      supera y conquista así su existencia objetiva. (p.177)

Creo que es precisamente en las tomas donde se fortalece el pensamiento político de Víctor Jara, y es en esa lucha donde se comprueba que el pueblo tiene el poder para lograr los objetivos que se proponga. Una pobladora de la época relata: “Y gracias a nuestro triunfo que es ahora que estamos viviendo como gente se dice. Tenemos nuestro sitio, nuestra casa que es la población Herminda de la Victoria” (citado en Jara, 2012, p.117). Al respecto Víctor Jara añade: “La compañera María y también la compañera Amelia, y Norma, me hablaron emocionadas de la toma de Herminda, mientras nos servíamos un bilz, sonaba la radio y afuera chillaban alegres los chiquillos. (Casa de las Américas, 1978, pag.17).                                                                          
 Personalmente, no me imagino a Víctor como militar. Tal vez, desilusionado en esa juvenil búsqueda sin rumbo, trató de encontrar refugio en la patria haciendo el servicio, cuando lo común era que muchos jóvenes, invadidos de la rebeldía hippie, lo eludieran. Pero tampoco en ese patriotismo encontró alivio. Según Jara (1983) Víctor terminó su servicio con el grado de sargento de primera y tenía posibilidades de continuar la carrera para oficial, por sus excelentes notas y conducta militar, pero el dejó la milicia y volvió a la población. Considero que en ese mundo bélico se dio cuenta de otra realidad, quizá consideró aberrante que se prepare a hombres para matar a otros hombres para defender ideas obtusas o capitales económicos. Y conociendo algo sobre su espiritualidad y su conciencia social, no es raro que haya sido una de las causas de esa retirada. Quizá ahí tomó conciencia de cual era su verdadera misión, que no estaba en las paredes del regimiento. Y trata crear conciencia en sus ex compañeros cuando les canta: “(…) ¿quién te puso las medallas? / ¿Cuántas vidas te han costado? / Dime si es justo soldado, / con tanta sangre, ¿Quién gana? / Si tan injusto es matar, / ¿por qué matar a tu hermano?”. (Jara, 2012, p.56). Y fueron precisamente esas manos las que pocos años después le quitaron la vida. Víctor no estaba equivocado al huir de ese mundo cruel y deshumanizado que iba contra su humanismo. Foucault (2003) dice que la guerra no solo se la hace a los adversarios, sino que se expone a los propios ciudadanos a que se maten por millones utilizando la estrategia del racismo, de la inferioridad del otro. Aunque es necesario tener en cuenta las diferencias entre las guerras convencionales y la guerrilla revolucionaria como Cuba, Nicaragua, El Salvador, entre otras.
            Víctor deja su fusil, dejando atrás su prospecto militar y toma su guitarra para sumergirse en la masa, en esa población que era su vida, y nace como un guerrillero artístico, social, un revolucionario. El mismo Víctor, refiriéndose a una de sus canciones que tienen que ver con su relación con los pobladores señala:
           
            (…) siempre he querido hacer tantas cosas, pero tengo que hacer, sencillamente, lo que puedo hacer. En esta tormenta de imágenes me encontraba cuando el Choño Sanhueza me dijo: «¿Por qué no escribís algo sobre nosotros los pobladores?» Fue el empujón que necesitaba, y comencé a trabajar para el disco  La población. (Casa de las Américas, 1978, pag.34)

 Pienso que Víctor Jara estaba  predestinado a ese encuentro consigo mismo, con su conciencia. Lo religioso aun lo perseguía y se adueñaba de su yo interno para procesarlo, depurarlo, comulgarlo y devolverlo, libre de culpas, como un hombre político. La pérdida de confianza en la iglesia, no conlleva una pérdida de fe, al contrario, potencia esa fe hacia una escala social superior, más humana, colectiva. Heidegger (1998) dice:

La pérdida de dioses es el estado de indecisión respecto a dios y los dioses. Es   precisamente el cristianismo el que más parte ha tenido en este acontecimiento.     Pero, lejos de excluir la religiosidad, la pérdida de dioses es la responsable de que   la relación con los dioses se transforme en una vivencia religiosa. Cuando esto     ocurre es que los dioses han huido. (p.286)

 Y es en esa huída de estos dioses, representado no solo en el Dios cristiano, sino también en los dioses materiales simbolizado en el dinero, en el patriotismo, en los placeres de la carne, cuando nace un nuevo Víctor. Al salir de la escuela de Infantería de San Bernardo en 1953, Joan Jara (1983) nos cuenta: “Volvió a Población Nogales, sin la menor idea de lo que quería hacer. No tenía preparación, ni perspectivas ni dinero, ni verdadera familia, ni novia. El futuro estaba en blanco” (p.47). Y este es quizá, el momento preciso, en ese auto abandono espiritual, cuando encuentra en el pueblo todo aquello que carecía, y cuando se percata que con su canto y ese pueblo que lo acogía, tenía todo para realizarse como humano, como compañero, como revolucionario. Y ahí dejó de caminar sólo, sin rumbo, y se dio cuenta que podía caminar junto a millares de hermanos. En cuanto la unión del pueblo, Guevara (2007) manifiesta: “Ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el Partido, por los obreros de avanzada, por los hombres de avanzada que caminan ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas” (p.14). Y en esta primera etapa Víctor siguió a ese pueblo, a esa vanguardia que se guiaban mutuamente, y que empiezan a cimentar una acción política conjunta para lo que se venía ya como parte activa de esa masa y dirigente de un partido, el Comunista que lo invita a sus filas.
Hace pocos meses me invitaron a un recital poético musical pro cese de la violencia en Colombia, en el bar Chanco Seis del barrio Yungay de Santiago, evento patrocinado por Amnistía Internacional. Ahí compartí mesa con Omar Cid, Psicopedagogo y poeta chileno, quien también exponía sus trabajos. En medio de los versos, los aplausos y los choques de copas y vasos, no sé en qué momento Víctor Jara se nos “coló” en la mesa y nos hizo hablar de él. Omar, que había participado en varios talleres y debates sobre la vida de este “guerrillero social” me dice que considera que su pensamiento brotaba de lo profundo, de lo subjetivo, de su ser liberado. Es decir que su pensamiento se nutre de ese sujeto individual que una vez  libre se lanza a liberar lo colectivo, al pueblo. Esa conversación con Omar me quedó dando vueltas en la cabeza, y después de abordar varios textos que hablan del hombre y su naturaleza humana, esas palabras me hacen sentido. No debe haber sido fácil para Víctor Jara desprenderse de sí mismo, de sus demonios esos que dominan nuestros deseos, placeres, envidias, orgullos, metas individuales, etc., que son parte del hombre como ser. Marx & Engels (1988) dicen:

(…) el hombre tiene también “conciencia”. Pero, tampoco ésta es de antemano    una conciencia “pura”. El “espíritu” nace ya tarado con la maldición de estar   “preñado” de materia, que aquí se manifiesta bajo la forma del lenguaje. El lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto,  comienza a existir también para mí mismo; y el lenguaje nace, como la conciencia, de la necesidad, de los apremios del intercambio con los demás hombres. (p.227).

Víctor Jara tuvo la capacidad de desprenderse y transformar esa materia en arte, en solidaridad, en compañerismo, en un lenguaje socializador, en una constante concientización y politización de la masa, a través de su canto comprometido y correspondido por su pueblo. El mismo Víctor señala:

            La canción nace junto al hombre y su necesidad de expresar una interioridad subjetiva y hacerla universal, mediante un acto de comunicación y participación. Es por eso que la canción no hace sino mostrar aquello que el hombre es, y desde sus orígenes tiene una estrecha relación con la problemática del existir y el medio    ambiente en el que se desarrolla esa existencia. (Casa de las Américas, 1978, pag.20).      

 Recuerdo, años atrás, algunas conversaciones con Joan Jara, su mujer y compañera de lucha, cuando en esas jornadas de reflexión sobre el 11 de Septiembre, en la Fundación Víctor Jara, después de ver los videos y documentales, ella nos hablaba sobre el Víctor hombre, artista, compañero. De boca de Joan confirmé que “Voy a hacer un cigarrito” no es solo una bella melodía, una mera metáfora, que es la pura realidad de las limitaciones económicas de Víctor, cuando efectivamente recogía decenas de colillas de cigarrillos de las calles, extraía los restos de tabaco y de ellos hacía su cigarrillo proletario. Quizá lo vio hacer a otros hermanos de pueblo, quizá lo inventó él. La conciencia social se va formando desde ese contacto con su propia realidad, con su entorno, con el odio a ese caos existencial que significaban las carencias económicas. Pero al mismo tiempo, en el llegar a comprobar que no hay limitación material que la unidad del pueblo no pueda superar. Lo que deriva en su accionar político es precisamente ese cúmulo de dolor ya superado, un dolor aplacado al asesinar sus fantasmas, que se materializa en el momento que se olvida de sí mismo para encarnarse  en el pueblo. Heidegger (1998) manifiesta:

Es sólo porque el hombre se ha convertido en sujeto de modo general y esencial, y en la medida en que eso ha ocurrido, por lo que a partir de entonces hay que plantearle la pregunta expresa de si quiere ser un Yo limitado a su gusto y  abandonado a su arbitrariedad o el Nosotros de la sociedad, si quiere ser como  individuo o como una comunidad (…) (p.301)

Y Víctor Jara lo tuvo claro desde ese momento, cuando como sujeto libre de culpas, se entrega desnudo a la masa que le proveen miles de padres y miles de madres, de hermanos, de hijos, compañeros de lucha y de frío en el barro de las tomas. Y da un salto cualitativo al asumir su rol histórico que lo erige y posiciona como un líder no solamente social, cultural, sino también político. Pero no como un político tradicional, sino como alguien cuyo discurso era su arte, su canto, su acción solidaria. Conocida es su admiración por Luis Emilio Recabaren, fundador del Partido Comunista. Según Vera-Pinto (2010) Recabarren es el más grande educador de masas de la historia y un organizador y líder de los obreros porque: 1ero.- forjó conciencia de clases en los sectores obreros a través de su educación y ejemplo y decía que “Es necesario convencer a los trabajadores que son un gran poder, como no hay otro, para que la fuerza resida en su organización”. 2do.-Porque creó el partido revolucionario de los trabajadores. El 4 de Junio de 1912, fundó en Iquique el partido Comunista de Chile y 3ero.- porque se construyó el movimiento sindical clasista, que había surgido en enero de 1900 con las mancomunales, las que desaparecieron con la masacre de la Sociedad Santa María de Iquique el 21 de diciembre de 1907. Considero que una de las razones por las que Víctor Jara ingresa al Partido Comunista, podría ser ese respeto y admiración a su fundador, a los ideales, a esa comunión con los trabajadores, obreros, campesinos, estudiantes que ambos tenían. Y quizá consideraba que el salto cualitativo, al trascender esa conciencia social a lucha política, estaría mejor respaldada con la tutela organizacional de un partido con el cual se identificaba. A Recabarren le canta:

Pongo en tus manos abiertas
mi guitarra de cantor,
martillo de los mineros,
arado del labrador.

Recabaren,
Luis Emilio Recabarren,
simplemente
doy las gracias por tu luz.
Con el viento,
con el viento de la pampa,
tu voz sopla
por el centro y por el sur (…) A Luis Emilio Recabarren . (Jara, 2012, p.94).

Los partidos comunistas de esa época emanan sus lineamientos de una matriz científica direccional, cuya teoría se había materializado en el triunfo de la Revolución Bolchevique en 1917 y la Revolución Cubana de 1959, legitimando el concepto marxista de lucha de clases a través de la lucha armada, para llegar al poder. Según Joan Jara (1983) para los partidos comunista y socialista chilenos, y para el mismo Víctor la estrategia en esa lucha era el movimiento de masas, con los sindicatos, los obreros los estudiantes, los artistas, más que esa lucha armada. Luxemburgo (2006) indica “(...) No hay socialismo sin lucha de clases. El proletariado internacional no puede renunciar ni en la guerra ni en la paz, a riesgo de suicidarse, a la lucha de clases y a la solidaridad internacional” (p.106). Y Víctor Jara siente especial admiración por esos barbudos “locos” que con su valentía y el apoyo de obreros, estudiantes y campesinos, habían derrotado al régimen sanguinario del dictador Batista y librado a Cuba de la opresión. Díaz-Inostroza (2007) dice que la inquietud por sus temas sociales se mezcla con la situación de América Latina convulsionada con la Revolución Cubana, su postura anti-imperialista frente a Estados Unidos, su apoyo al pueblo de Vietnam. Es decir su pensamiento político da otro salto, ahora como compañero internacionalista proletario. Y contento a Cuba le canta una guajira son revolucionaria:

(…) Si quieres conocer a Martí y a Fidel,
A Cuba, a Cuba, a Cuba iré.
Si quieres conocer los caminos del Ché,
A Cuba, a Cuba, a Cuba iré.
Si quieres tomar ron pero sin Coca Cola,
A Cuba, a Cuba, a Cuba iré. (…) (Jara, 2012, p.58).

Aquí como en la canción Móvil oil special, no solo está presente esa empatía política por los nuevos aires de libertad latinoamericana y proletaria en general, sino que también ataca otra transnacional norteamericana expulsada de la tierra libre, la tierra del pueblo, la que a él le gustaba. Y esta es la época de gritarles a los yanquis que se vayan de Vietnam cuando canta  “El derecho de vivir en paz”. Y al mismo tiempo que ese grito contra el imperio de la guerra se va haciendo más agudo, crece la admiración por la rebeldía popular, por Cuba, por Fidel por el Ché. Y cuando todo el mundo se preguntaba dónde estaba El Ché, vivo, muerto, peleando en alguna montaña, él le dedica una canción ratificando su pensamiento político revolucionario. Joan Jara indica que Víctor compuso El Aparecido en 1967, y sale al mercado en marzo de ese año dedicada “A E. (Ch.) G.” y que no era una incitación a las armas sino un homenaje a ese hombre que andaba luchando en algunas montañas del mundo perseguido por todo el mundo por enemigos despiadados que lo buscaban para asesinarlo (Jara, 1983, p.127). Según la propia Joan, esto le trajo complicaciones con el partido Comunista, quien le llama la atención porque no querían verse comprometidos interna e internacionalmente, al relacionarlos con un método de lucha de clases distinto al que ellos aplicaban a través de la organización sindical y de masas. Entonces vale preguntarnos ¿Estuvo en la mente de Víctor  un nuevo salto cualitativo? ¿Habrá considerado en su momento, invadido por esos nuevos aires de libertad, buscarle compañero a su guitarra y tomar el fusil? ¿Habría dado el paso de la lucha armada como forma de llegar al poder? La propia Joan responde:

Aunque Víctor era fundamentalmente una persona pacífica y no violenta, tenía una            apasionada conciencia de la verdadera violencia en que se fundan las privaciones       y la pobreza. Sé que no excluía la posibilidad de que un día hubiera que recurrir a         las armas para poner fin a esa violencia. (Jara, 1983, p.128)

Me imagino que a Víctor, quien había roto sus propias cadenas internas para brindarse por entero a la lucha social, le incomodaría que se tratase limitar su voz, su filosofía de vida, su empatía revolucionaria, su canto internacionalista, su grito de liberación. Pero él ya era parte del partido, que en algunos casos, al abrigarnos en su seno, implican un tutelaje político. “Pues todo partido es una organización que lucha específicamente por el dominio, y por consiguiente, tiene la tendencia –a veces oculta– a organizarse expresamente de acuerdo con las formas de dominación” (Weber, 1997, p.318).  No sé si en algún momento llegó a cuestionar esa limitación a su libertad de expresar sus pasiones revolucionarias, quizá desenfrenadas, maravilladas de sana  “envidia” por un logro libertario que ansiaba para su querido Chile.  Quien sabe si estuvo obligado a ceder un poco en pro de la materialización de aquel trabajo político en proceso de maduración para que el pueblo acceda al poder, y redirigió su pensamiento a la causa común. Igual respetaba la capacidad organizacional y política de su partido cuando al referirse al trabajo de éste en las tomas confiesa: “(…) Resulta admirable comprobar el nivel de responsabilidad y organización que había allí y el enorme papel que desempeñó el Partido Comunista. Cada toma era una creación de estrategia e imaginación. (Casa de las Américas, 1978, pag.20). El “reto” por la dedicatoria e identificación con el Ché, no impidió que cantara la canción que en varios actos y establecimientos. Joan Jara (1983)  indica que a pesar que la canción “El Aparecido” tenía seguidores, también tenía detractores, y que cuando el 8 de julio de 1969 la cantó en el St. George´s College del barrio alto de Santiago, fue insultado duramente y le gritaban comunista, subversivo. Creo que ese era precisamente el temor de su partido, esa identificación directa con la Revolución Cubana que pudiera estropear el proyecto político. Quizá esta coyuntura histórica, de efervescencia popular detiene su radicalización política, y dosifican su ímpetu revolucionario. Kant (1993) indica: “Para esta ilustración no se requiere más que una cosa, libertad; y la más inocente entre todas las que llevan ese nombre, a saber: libertad de hacer uso público de su razón íntegramente” (p.167). En la población, en la toma, la razón que los unía era la lucha, sin más regla que la solidaridad, el desprendimiento, el amor al prójimo. En algunos partidos políticos puede existir todo aquello pero regido dentro de una estructura organizacional y disciplinaria. Y ahí está el dilema que enfrenta al hombre libre con las normas. Rousseau, 1992 señala:

Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la             persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos,  no obedezca sino a sí mismo y permanezca tan libre como antes”. Tal es el  problema fundamental cuya solución da el Contrato social., p.68)

Y el pueblo llega al gobierno representados en el compañero Presidente Salvador Allende, y Víctor Jara se entrega de lleno a la misión de robustecer las bases, a seguir educando al pueblo, ya sea con su arte, ya sea como representante cultural del gobierno o solo como compañero revolucionario. Según Díaz-Inostroza (2007) las letras y los contenidos de la Nueva Canción se politizan porque los ideales de crítica social estaban en sus manos. Creo entonces que Víctor Jara estaba claro que se venía la dura tarea de defender lo conquistado, y la recién derrotada burguesía, que aun detentaba el poder económico, acechaba y haría lo imposible para recuperar el poder político. Y para defender el gobierno del pueblo la masa era fundamental. Marx & Engels (1988) plantean:

De donde se desprende que un determinado modo de producción o una    determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de   cooperación o una determinada fase social, modo de cooperación que es, a su  vez, una “fuerza productiva”; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al  hambre condiciona el estado social y que, por tanto la “historia de la humanidad” debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y      del intercambio. (p.227)
La Unidad Popular no representaba un nuevo modo de producción, pero la industria local no pierde el tiempo en boicotear la economía para perjudicar al gobierno desabasteciendo, y Víctor, con su canto, denuncia la sucia estrategia y les dice: “Señores, voy a contarles / lo del abastecimiento / que causa tanto tormento / a gente tan refinada. / Se quejan de que no hay nada, / que no soportan las colas / cuando quieren juntar rabia / golpean las cacerolas /.” (Jara, 2012, p.56). Y Angel Parra convidaba al pueblo a seguir trabajando para fortalecer el gobierno popular,  diciendo: “Compañero abra los ojos / ya la noche terminó / el trabajo nos espera / y debemos ir los dos. (…) /” (Díaz-Inostroza, 2007, p.107). Y Víctor con el teatro, el ballet y el canto arengaba: “(…) Poblador, compañero poblador/ seguiremos avanzando hasta el final / poblador, compañero poblador / por los hijos, por la patria y el hogar (…)”. (Díaz-Inostroza, 2007, p.107). Y él sabía, que como en toda revolución social, ese final podría ser esperanzador o sanguinario, ese final está en el adn de los verdaderos revolucionarios, en el “Patria o muerte, venceremos”, como lo hizo el compañero Allende, como lo hizo el Ché, el propio Víctor y otros tantos mártires que resucitan cada día en la huelga de los obreros, en la rebeldía de los estudiantes, en la temeridad del mapuche defendiendo sus tierras. Víctor Jara transformó su dolor en solidaridad, en libertad, en justicia, en compromiso político con los más humildes, y para ello usó todas las virtudes y dones con lo que la naturaleza lo había bendecido: su espíritu y su arte. Y con ello se avocó a la construcción de un sistema más justo, más humano. Guevara (2007) indica: En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada, no podría estarlo ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas. (p.13). Víctor era un hombre nuevo que a través de su acción política “parió” miles de hombres nuevos, de mujeres nuevas, que a la vez parieron otros tantos más para la lucha social del día a día. La acción política de Víctor Jara había logrado concentrar una masa de millares de amigos esperanzados con los nuevos aires políticos, pero la burguesía, aun poderosa, también tiene siervos dispuestos a desenvainar el fusil y matar sin piedad. Hobbes (1997) indica:
El más grande de los poderes humanos es el que está compuesto de los poderes           de la mayoría, unidos por consentimiento, en una sola persona natural o civil que             puede usarlos todos según su propia voluntad -como es el caso en el poder de una          república-, o dependiendo de las voluntades de cada hombre en particular –como    es el caso en el poder de una facción o de varias facciones aliadas. Por tanto,      tener siervos es poder; tener amigos es poder: son fuerzas unidas. (p.41)
Así, ese poder de la masa que trata defender sus sueños de justicia, que la logró palpar aunque por poco tiempo, cae abatido por el poder de las armas asesoradas por el imperio. Y Víctor cae con ellos. Los golpista y sus siervos del crimental ya tienen identificadas las negras y corcheas “subversivas”, y Víctor cae en las manos de un “O ´Brien” que, como en “1984” de Radford, trata doblegarlo, junto con otros miles compañeros en aquel estadio, trata purgarlo, extraerle el comunismo del alma, teñir su sangre de amarillo, como su prensa mentirosa que había falseado la verdad sobre Víctor y las reales intenciones de la UP y el compañero Allende. Ese “O ´Brien” como mano derecha del marcial poder quería quebrarle el espíritu, reescribir sus canciones, sobre todo las que denunciaban a móvil oil y coca cola, y torturarlo hasta escucharle rogar que lo vistan de traje y corbata y lo devuelvan a la “verdadera sociedad”. Quizá pensaban que habían seguido y estudiado durante mucho tiempo a este “peligroso” hombre, como para hacerle la muerte tan fácil. Foucault (2003) dice: “(…) Así pues, creo que no hay que concebir al individuo como una especie de núcleo elemental, átomo primitivo, materia múltiple e inerte sobre la que  se aplica y contra la que golpea el poder, que somete a los individuos o los quiebra (p.38). Pero no pudieron con su espíritu indomable, no pudieron con ese hombre que hace mucho había dejado de ser sujeto individual, para convertirse en materia social, en espíritu político, en alma popular, en canción. Y en vez de quebrarse, denuncia al mundo los horrores del crimental “O ´Brien”, y nos regala sus últimos versos paridos de esa tortura, y sacado por otro detenido que lanza al viento su última denuncia. Clandestinos versos que narran el dolor de los miles hermanos del pueblo encerrados junto a él:
(…) ¡Cuanta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
Seis de los nuestros se perdieron
En el espacio de las estrellas.
Un muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron
quitarse todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro.
(…)La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metralla
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
¡Canto que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto!
Espanto como el que vivo
como el que muero, espanto.
De verme entre tanto y tantos
momentos del infinito
en que el silencio y el grito
son las metas de este canto,
Lo que veo nunca ví,
lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento… (Jara, 2012, p.126).

Víctor Jara fue consecuente con sus ideales, y valiente en su incondicionalidad política al gobierno que representaba los ideales de la masa humilde, de todos aquellos que tenían el sueño de un Chile más justo, más humano. Quizá no forjó su pensamiento político en las bibliotecas, estudiando los clásicos, discerniendo en las fórmulas trabajo-capital-plusvalía y sus variables, sino en el barro mismo, en las noches frías de las reuniones en las tomas, en una esquinita fumando el cigarrito y extrayendo consignas de su guitarra. Y considero que eso es lo más valioso de su idealismo político, que se va engendrando y germinando en ese campo de experimentación social llamado pueblo, en sus días de pobreza en los campos del sur, en su infancia; en esa cruda realidad del capitalismo, y lo difícil que representaba para él y su madre vivir en Santiago. El idealismo político de Víctor se va moldeando en esa experiencia religiosa y militar. Pero creo que donde realmente toma cuerpo su pensamiento político-social, es en ese contacto directo, ese vivir diario y esa participación en las poblaciones marginales, con su proselitismo político, con su arte y con su canto. Guevara (2007) refiriéndose a la participación de los artistas en el proceso revolucionario cubano dijo: “Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios” (p.26). Este no es el caso de Víctor, como artista, cantor y como hombre, desde antes del triunfo de la UP tenía claro su rol histórico, político, y se entregó por completo a ello y su arte, el teatro, el ballet, la canción, fueron sus mejores armas revolucionarias. Estaba claro que somos inmortales, pero que las ideas políticas, su ejemplo, perdurarían en su alter ego: El pueblo, su masa. Hölderlin (citado por Heidegger, 1998) en su poema titulado “A los alemanes” dice:

En verdad, nuestro tiempo de vida esta
Estrechamente limitado.
Vemos y contamos la cifra de nuestros años.
Pero los años de los pueblos
¿Qué mortal los ha visto?
Si tu alma alza nostálgicamente el vuelo por encima
de tu propia época, tú en cambio permaneces triste
En la fría ribera
Junto a los tuyos y jamás los conoces.

Es cierto, los pueblos son inmortales, y el pensamiento de Víctor también lo es, porque trascendió su época a través de su legado,  y hoy es parte de esos muertos que nunca mueren, que se perennizan  en el alma de las masas, y en sus obras. En su canción social,  política,  liberada y liberadora. El mismo Víctor dice:

            (…)La canción efectúa una verdadera acción de limpieza del cáncer que han inoculado al pueblo los invasores. Les habla de su tierra y la necesidad de recuperar todo aquello que les ha sido robado. Les habla de la libertad y de     aquellos que luchan en todo el mundo por alcanzarla. Junto a la labor combativa   de los más lúcidos, que guían y los pueblos a su liberación, la canción protesta           comunica masivamente esta labor liberadora. Por eso en su temática aparece el          pueblo cubano, estrella guía de la revolución que vive actualmente Latinoamérica;   el hombre que en la montaña ha empuñado el fusil para luchar por la dignidad del             hombre (…).

No creo que se haya logrado testimoniar toda su obra, sus vivencias y sus actos sociales, sus peñas, su proselitismo. Sería difícil documentar todo su dinamismo, toda la vitalidad de este polifacético líder. Personalmente creo que es complicado encasillar su vasta obra humana a una sola ideología político partidista, porque sería limitar su versatilidad, su inquietud ansiosa de libertad, de esa liberación que él logró para sí mismo, y que le permitió dimensionar que la verdadera obra política era la que se ejecutaba sin ningún interés. Víctor volvió a nacer en la población, con su canto, su arte, y ese renacimiento espiritual lo devolvió como un activista de grandes fustes, que ni él mismo alcanzó a dimensionar. Y creo que ese hombre acariciaba toda idea, todo pensamiento político que tuviera como centro la libertad, la justicia, la razón humana, la igualdad. “Manifiesto” simboliza su comunión política con la masa, con la lucha, su “Patria o Muerte” cuando versa:
           
            (…) Aquí se encajó mi canto, / como dijera Violeta,
            guitarra trabajadora / con olor a primavera.
            Que no es guitarra de ricos / ni cosa que se parezca,
            Mi canto es de los andamios / para alcanzar las estrellas.
            Que el canto tiene sentido / cuando palpita en las venas
            del que morirá cantando / las verdades verdaderas, (…)

            Y Víctor murió cantando las verdades de la macabra carnicería que empezaba a desangrar la patria. Quizá Víctor Jara, que admiraba a Recabarren por su lucha a favor de los obreros y el pueblo explotado, que admiraba a Fidel, al Ché y la revolución Cubana, que admiraba a Ho Chi Minh por la resistencia a la injusticia, y que admiraba todas las causas justas, solo era un revolucionario, un humanista, un iluminado social, que nunca dejó atrás ese campesino, ese estudiante sacrificado, ese cantor idealista, para quien todos los obreros explotados, los niños de la calle, los ancianos abandonados, todos esos hombres y mujeres víctimas del sistema injusto, eran su querida Amanda y su amado Manuel, que aun siguen luchando al compás de su guitarra.

Antonio Ayoví Nazareno.



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