El
delito de Valjean por el que había pagado diecinueve años de cárcel y expuesto
a los peores castigos no fue el robar un pan, fue algo peor. Para la monarquía
imperante basada en el atropello al prójimo, el grave delito de Valjean era
haber atentado contra la propiedad, defendida con irracional celo por el Estado
y castigada implacablemente. Para esa sociedad era imposible atisbar que el
acto de Valjean era impulsado por una ley natural, que nos conduce a todos los
hombres a sobrevivir de cualquier manera. Valjean era un hombre de paz, de
sentimientos nobles, que le tocó vivir en una sociedad desigual, aristocrática,
donde los buenos sentimientos poco importaban, tan solo la codicia, la vanidad,
la envidia, el sojuzgamiento.
El hambre carcomía las entrañas del pueblo obligándolo a proveerse de
alimentos de cualquier forma para poder subsistir, sobre esa acción instintiva,
Maquiavelo (1995) dice "…La paz sería, pues, la primera ley natural (…) Al
sentimiento de su debilidad el hombre uniría el sentimiento de sus necesidades,
y así, otra ley natural sería la que inspirase la búsqueda de alimentos" (p.133)
De esta manera las acciones de un pueblo que reclama por sus derechos lo llevan
a “atentar” contra las leyes establecidas para defender a los propietarios, ya
que al defenderlos, se defendía las cimientes del mayor propietario de todos:
La monarquía, el poder absoluto. Poder que se sostiene precisamente de la
desigualdad, en la opulencia de unos pocos y el hambre del pueblo. Ese pueblo
está representado en Valjean, que exigía su justicia.
Según Hobbes (1997) “Los hombres somos iguales por naturaleza y eso
justifica que éste reclame cualquier beneficio con igual derecho que el otro (p.144)
Pero ese sentido de propiedad mal entendido es el que ocasionan las rivalidades
y con ello la injusticia. Para Rousseau (Discursos, 1985) el primer hombre que
marcó un lugar y dijo esto es mío; y hubo gentes simples que le creyeron, fue
el fundador de la sociedad civil, que si esa misma persona hubiese dicho que los
frutos son de todos y la tierra de nadie, se habrían evitado muchos crímenes y
guerras. (p. 161) Es decir, la sociedad civil se forma de la constitución de
las familias, sino también a la par de la diferencia esencial entre el que
tiene algo versus el que no tiene nada.
Pero el principio de la Monarquía no es la igualdad, por el contrario,
es precisamente la desigualdad, esa que surge cuando el hombre según Rousseau
(1943) deja su estado salvaje de contemplación y paz, y sale de las cavernas
para dedicarse a acumular riquezas, perdiendo así su libertad natural y
estableciendo así la ley de la propiedad y la desigualdad. (p.181)
La Francia de esa época era un sociedad llena de miedo, de odio y de
esta natural reacción de sus sentimientos aflora la violencia, la anarquía, los
crímenes, los saqueos, las riñas. Maquiavelo (1995) cree que esto le da más
motivo al gobierno para juzgar necesario establecer un gobierno severo para
pacificar al pueblo y hacerlos regresar dóciles a la voluntad del monarca.
(p.113) Precisamente el inspector Javert que representaba dicho régimen
inhumano, era el llamado por el destino y por el Estado a “disciplinar” a Valjean que representaba a
dicho pueblo, tratando con golpes y castigos arrancarle todo el honor, la
dignidad, la hombría, la bondad que le quedaba y devolverlo a la sociedad
vacío, sin alma y lleno de odio, para de esta manera alimentar más a la
desordenada masa y así tener más motivos para reprimir.
Cuando Valjean llega donde el sacerdote que lo acoge y le da alimento,
cama, y comete su segundo acto de “apropiación” y aparecen destellos de miedo y
violencia, podríamos decir que dicha reacción era producida por la misma
condición natural de un hombre desconfiado, asustado, a la defensiva.
Obviamente para el fugitivo, acorralado en ese mundo exterior, donde no sabía
como defenderse, todos eran inspectores Javert hasta que no le demostraran lo
contrario. Al respecto Hobbes (1997) afirma: “Le tenemos aversión u odio no
solo a lo que nos hace daño, sino también a aquello que no sabemos si nos
dañara o no”
(p.
39). Por hambre había “profanado” la propiedad diecinueve años atrás y por esa
misma causa, tratando asegurarse no sentirla nuevamente sustrajo los
candelabros de la iglesia con el golpe al sacerdote incluido por el temor a
volver al infierno de la prisión. El mismo Hobbes añade:
Acciones como andar, hablar, golpear y otras
reciben el nombre de conatos, cuando este va dirigido hacia quien lo causa es
llamado Apetito o Desea, siendo el último el nombre general y el primero un
término reservado a menudo para significar el deseo de alimento, es decir,
hambre y sed. (p. 38)
En otras palabras, el instinto de supervivencia del ser humano lo
empuja a obtener su alimento no escatimando el medio para lograrlo, y cuando el
hombre, no puede alcanzar satisfacer esta necesidad en forma pacífica, usa la
violencia. Es lo mismo que sucede hoy en “democracias” con crisis económicas,
morales, políticas, donde se puede apreciar a los desclasados saqueando
alimentos para proveerse y a la fuerzas del “orden” reprimiendo. Valjean era un
hombre “libre” una libertad atada por el miedo que lo obligaba a no sentirse
seguro en aquella ciudad regida por normas y leyes injustas, y él era un hombre
“…sin tribu, sin ley, sin hogar” (Homero, citado por Aristóteles (1998, p. 28).
Sin embargo la misma naturaleza humana instintiva empuja al hombre a vivir en
sociedad o a tratar de sobrevivir en ella. Valjean necesitaba de esa ciudad
caótica, pero sociedad al fin, del mismo modo que ésta también necesitaba de
él. Porque es ahí, dentro ese caos compartido con el pueblo donde los seres
humanos nos damos cuenta de la realidad, que nos lleva a comprender que somos
parte de esa “jauría” de lobos hambrientos, cansados, y nos lleva a asumir
nuestra posición de clase. Y de esa sociedad surgen los líderes, de entre los
estudiantes, los obreros, lo campesinos, las prostitutas, surgen las ideas y
con ello la organización popular. Aristóteles (1998) dice “De todo es evidente
que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza
un animal social y que el insocial por naturaleza y no por azar, es un ser
inferior o superior al hombre” (p. 28)
La bondad del sacerdote al perdonarlo demostrándole que no era como el
inspector, no es más que el reflejo que en esa sociedad llena de penumbras, de
ignorancias, de irracional actuar, aparecía una luz que irradiaba destellos de
entendimiento y razón, que veía al hombre más allá de sus actos, sino que
escudriñaba en su pensamiento, en su alma, en su conciencia, y que aspiraban
iluminar de justicia y sabiduría a un gobierno sin rumbo.
Bajo él, clérigos dignísimos, sin mengua de su
deber ministerial, pueden, en calidad de doctores, someter libre o públicamente
el examen del mundo aquellos juicios y opiniones que se desvíen, aquí o allá el
clero reconocido y con mayor razón los que no están limitados por ningún deber
de oficio” Kant (1993, p. 171)
En algunos países latinoamericanos, como Chile, Nicaragua, El Salvador,
Brasil, entre otros, en ese período oscuro de nuestra historia latinoamericana,
hubo dignos sacerdotes que, en algunos casos, desoyendo las instrucciones de la
iglesia, ayudaron y salvaron a muchos Valjeanes, Maurus y Antonietas de las
garras de las dictaduras, negándose a ser cómplices de la barbarie.
Es decir haciendo uso de esa libertad de pensar, el cura entendió el
por qué de la acción de Valjean, el correcto uso de su razón le pone al frente
a una víctima no un victimario, un hombre asustado más que un hombre peligroso,
que necesitaba ayuda más que castigo, perdón más que reproches. Montesquieu
(1984) apunta que el hombre es un ser flexible que se amolda a los pensamientos
e impresiones de los demás, que este puede reconocer su propia naturaleza
cuando alguien se la muestra o perder el sentido cuando se la ocultan. (p.130)
El cura predicó con el mejor de los ejemplos, con la bondad, con el amor por el
prójimo, por ese sentimiento natural de un ser humano de hacer el bien, de
vivir en armonía, como lo hacía el hombre en las cavernas, donde existía la
libertad individual y la ayuda colectiva, no como en sociedades como la de
Valjean donde no existía ni lo uno ni lo otro. Y es más te quieren arrebatar la
libertad, tratando sacar provecho del otro y haciendo daño al prójimo (como aun
se ve en la actualidad) donde muchos gobiernos oligárquicos y grupos de poder
actúan sin Dios ni ley “porque mientras
cada hombre se aferre al derecho de hacer todo o que le plazca, todos los
hombres estarán en situación de guerra (…) Esto es lo que dice aquella ley del evangelio:
lo que quieras que los otros te hagan a ti, házselo tú a ellos…” (Hobbes 1997,
p. 51) ¿Qué puede esperar entonces un gobierno que traiciona y reprime al
pueblo? ¿Cómo pedirle que no salga a las calles a luchar por la igualdad?
(reflexión para algunos países “democráticos” del barrio que no escuchan la voz
de la masa).
La luz del sacerdote no solo lo induce a perdonar a ese pueblo
encarnado en Valjean, sino que le regala los candelabros de plata recordándole
que él había prometido ser un hombre nuevo y que con esa plata que le entregaba
lo rescataba del miedo, le compraba el alma y lo devolvía a Dios. (August, B.
film Los miserables) El clérigo simboliza la nueva época de iluminación
cultural, espiritual, donde el hombre desataba sus ataduras y se aprestaba a
pensar por sí mismo, haciendo uso de esa natural capacidad de discernir entre
el bien y el mal, lo justo y lo injusto, entre igualdad y desigualdad y abre su
espíritu y su corazón libre, ilustrado, para Kant (1993) la ilustración es la
liberación del hombre de la incapacidad de pensar por sí mismo, y para hacer
uso de ella solo se requiere la libertad de hacer uso público de la razón
íntegramente. (p. 167)
La monarquía solo puede gobernar en
las ciudades a través de miedo y el terror. Para protegerse y proteger a
la propiedad de la ira del pueblo establece un conjunto de leyes, usando para
ello un ejército represivo que haga respetar la “justicia” sin el mínimo de
piedad. La continuidad de los estados descansa muchas veces, sobre la eficacia
de esas medidas represivas, en la pericia implacable de la ley y la despiadada
acción de la milicia. Para Montesquieu (1984)
En la monarquía, las leyes han previsto la
Constitución o se han ajustado a ella: el principio del Gobierno supone la
existencia del Monarca, pero en una República en la que el ciudadano consigue
un poder exorbitante, el abuso que de él hace es mayor porque las leyes que
solo han previsto, nada han dispuesto para contenerlos…”
(p. 137) Y ese era el temor del Estado con sus medidas. La desigualdad, la
injusticia, se hacen presentes no solo por parte del Estado, sino también de
los ciudadanos con propiedades y un poco de poder. La desigualdad hace florecer
las pasiones, la envidia, el odio. Esa misma desigualdad que hoy tiene al
pueblo obrero ganando un mísero sueldo de 193.000 pesos con el cual debe
alimentar, vestir a su familia y aparte costear los estudios de sus hijos.
Mientras los dueños de la propiedad tienen onerosas rentas para vivir como
monarcas y disfrutan de sus cuentas en alguna que otra isla privada por ahí
(cualquier similitud con la realidad no es coincidencia).
La desigualdad permite que el propietario arrendador y la jefa del
taller abusen de Antonieta; que los tutores de Cosette exploten a la niña.
Rousseau (1985) plantea que existen dos tipos de desigualdad entre los hombres,
una natural o física que tiene que ver con diferencia de edad, salud, fuerza y
cualidades del espíritu, y otra desigualdad de orden moral o político (p.118)
La de orden moral y político reflejada en el monarca, los magistrados, la
milicia, y la tipo espiritual la jefa del taller, el arrendatario, los tutores
de Cosette, en los cobardes que quisieron abusar de Antonieta. Locke (1994)
agrega:
…Pues no es fácil imaginar que quien fue tan
injusto contigo como para cometer una injuria contra su prójimo sea al mismo
tiempo tan justo como para castigarse a sí mismo por ello (…) mucho mejor sería
la condición del hombre en su estado natural, donde por lo menos, los
individuos no están obligados a someterse a la injusta voluntad del prójimo. (p. 61)
En contrapeso el Alcalde, (Valjean
encubierto como Laffite) quien comprara el pueblo por 500 francos nueve
años atrás, disfruta de su riqueza y sus propiedades dando trabajo, siendo
generoso y solidario con el pueblo, viviendo en una casa, vieja, humilde, sin
lujos (En nuestro patio latinoamericano tenemos un digno ejemplo de imitar, de cómo
debería ser y vivir un buen representante de un Estado) cosa que Javert, nuevo
inspector asignado al pueblo de Laffite no podía entender. El alcalde era
respetado y admirado por todos por sus actos nobles, solidarios, como cuando
con sus fuerzas rescata al obrero aplastado por la carreta. Hobbes (1997) dice que “…Cualquier cualidad que hace
que un hombre sea amado o temido por muchos, o la reputación de poseer esa
cualidad, también es poder, pues constituye un medio para lograr la asistencia
al servicio de muchos” (p. 42)
Y ese poder era el que el alcalde usaba para vivir en paz, en humildad
y armonía con su pueblo. Ese mismo poder que lo obliga a defender a Antonieta
de los abusos del inspector acosador. La naturaleza de Javert es acosar, odiar,
producir miedo en los demás. Al igual que al régimen que representaba, él era
el dueño de la justicia y la aplicaba a su manera. Muy al contrario Locke
(1994) indica que los hombres somos independientes y que nadie tiene derecho a
acosar a otro en cuanto su vida salud, libertad o posesiones. (p. 57)
La sociedad francesa del siglo diecinueve era una sociedad hipócrita,
de doble moral, exigía rectitud al pueblo, sin embargo los representantes del
Estado eran los más corruptos. Javert no solo acosa a Antonieta, sino también
al alcalde de quien sospecha. Y lo enfrenta diciendo que un hombre honesto no
le teme a la verdad, que en su pueblo saben que su madre era prostituta y su
padre un ladrón, que reformarse era una fantasía sin sentido, que la ciencia
moderna dice que se está de lado de la ley o en contra que un lobo usa la piel
de cordero pero sigue siendo lobo. (August, B. Los miserables) Creo que la
verdadera justicia es aquella que se ejerce con imparcialidad, sin influencia
de pasiones sino más bien, en base a la verdad, a la razón y entendimiento del
acto que se enjuicia. Javert representa ese tipo de “justicia” irracional, de
odio, de venganza, que representaba su propia naturaleza. Pienso que un hombre
bondadoso puede impartir justicia con mayor sabiduría que uno lleno de maldad.
El ayudante del inspector muestra más sabiduría cuando dice que lo hecho con su
jefe con Antonieta era injusto, pues en vez de proteger a la víctima protege a
los victimarios. Contrastando con el concepto de justicia del alcalde quien a
pesar del agravio del escupo en su rostro protege a Antonieta, le perdona e
impone su razón basándose en la misma autoridad que la ley le otorgaba. Es
decir las leyes deben estar siempre para proteger a los más indefensos. Sin
embargo sabemos que en algunas sociedades dividas en clases esto es una
quimera. Y Rousseau (1985) lo reafirma cuando confiesa “hubiese querido, pues,
que nadie en el Estado se pudiese decir por encima de la ley y que nadie desde
fuera pudiese ignorar algo que el Estado se viere forzado a reconocer” (p. 97)
Y el noble alcalde lo dejó bien claro haciendo buen uso de la ley.
El amor está presente en esa
voluntad de Antonieta, aun en lecho de muerte tratando entregarse al
alcalde, como último sacrificio para ayudar a su hija. El
amor está en la entrega de Valjean al adoptar como suya esa familia en miseria,
que constituían Antonieta y Cosette. Aflora en un sentimiento paternal para con
esas dos mujeres que el destino ponía en sus manos: una para despedirla con la
tranquilidad y confianza que su hija quedaría en buenas manos, y la otra para brindarle
todo su amor. Surge en él, pues, ese instinto natural, el de padre. Según Rousseau (1985):
Los primeros desarrollos del corazón fueron el efecto de
una situación nueva que reunía en una habitación común los maridos y las
esposas, los padres y los hijos. El hábito de vivir juntos hizo nacer el más
dulce de los sentimientos que conocen los hombres, el amor conyugal y el amor
paterno. Cada familia se convirtió en una pequeña sociedad tanto mejor unida
cuanto el apego recíproco y la libertad eran los únicos lazos… (p. 167)
La propiedad material no debería representar la base de la sociedad
civil, la base sólida de la misma debiese descansar sobre la familia, la
solidaridad, la justicia y, sobre todo, la igualdad entre los hombres. Una
igualdad que permita que los miembros de la sociedad puedan disfrutar de todos
los bienes que en esta se generan, pero eso era utópico para aquella Francia,
así como lo fue con ese mismo hombre cuando recién salido de la cavernas
empezaba a acumular propiedades y a mirar al otro con envidia. Así como también,
esa igualdad sigue siendo una utopía para algunos Estados democráticos en la
actualidad.
El
compromiso de Valjean con la sociedad civil para defender al inocente loco, aun
contra el poder que intenta ocultar la verdad en consideración a su cargo y
fortuna, muestra la decadencia moral de la justicia representada en los
magistrados y enaltece más las virtudes de Valjean. Constant (1943) manifiesta
“El pueblo no tiene derecho de herir a un solo inocente ni de tratar como
culpable a un solo acusado sin pruebas legales. No puede, pues, delegar a nadie
semejante derecho…” (p. 27) Y Valjean era pueblo noble, honesto y como tal
actuó.
El miedo reaparece nuevamente en
Valjean, y el odio y venganza en el inspector autorizado y sacramentado para
hacer justicia. Y la violencia en que reincide
nuevamente para huir del malvado está justificada en ese temor natural de un
hombre por proteger a los suyos. Ese conato representaba un acto de justicia
para Antonieta, para Cosette, para él mismo.
Y la desigualdad trae consigo que el pueblo, desprovisto de sus
legítimos derechos, se subleve contra el
régimen, cualquiera que este sea. El pueblo acorralado siempre lucha por
sustituir el orden imperante y reemplazarlo por otro que mejores sus
condiciones, y mágicamente aparecen las palabras Libertad, Revolución,
República. La sociedad civil compuesta siempre por obreros, campesinos,
estudiantes, mujeres, niños, todos en las barricadas (o en las calles
actualmente) luchando por libertad, igualdad y justicia: Cuando un pueblo se
cansa del atropello ya no recibe dádivas. Hobbes (1997) decía “dar regalos a
los hombres es honrarlo reconociendo su poder, darle migajas, limosnas es
afrentarlo, humillarlo” (p. 43) Y los
pueblos oprimidos luchan por el mejor regalo de todos: La Libertad, y un pueblo
solo puede ser libre cuando la propiedad es común, equitativa, caso contario va
a ser siempre presa del poder privado, los propietarios. La mejor sociedad
civil es aquella donde todos son socios, los que gobiernan, los que hacen las
leyes, y el pueblo. Con un poder común que represente a todos. Hobbes añade
“donde no hay un poder común no hay ley, y donde no hay ley, no hay injusticia
(…) La justicia y la injusticia se refieren a los hombres cuando están en
sociedad, no en soledad” (p. 49) Y en todo gobierno totalitario, absolutista,
el pueblo está solo, desprovisto de sus elementales derechos y rebajado a la
condición más humillante. Por lo tanto, sin ley y sin justicia la única salida
es la organización y la lucha, las barricadas (las calles) porque “…La libertad es el fin de todo grupo
social, sobre ella se apoya la moral pública y privada, los cálculos, la
industria, sin ella no hay paz, ni dignidad, ni bienestar para los hombres”
(Constant. 1943, p. 168)
Se advierte varias formas de ser
revolucionario, de ayudar al pueblo: La de Valjean alimentando altruistamente a
la gente, la de los estudiantes con Maurus a la cabeza organizando política y
militarmente para la lucha, y le del propio pueblo dando su vida por la causa.
Nuevamente el miedo natural de Valjean aflora disfrazado de violencia hacia su
hija al sentirse engañado, Cosette se rebela y le exige igualdad, que como le
pedía honestidad si él no había sido honesto con ella al ocultarle tantos
secretos. La confesión de Valjean lo libera del miedo, lo hace más fuerte, lo
une más a su hija y le permite identificarse mucho más con su pueblo, con su
clase.
Javert reprime sin compasión a la
masa que cae abatida en nombre de la “Ley”, de la propiedad, y del monarca. La
naciente República agoniza junto al pueblo y el monarca afianza aun más su
poder. Al respecto Maquiavelo (1995) dice “…porque el Señor, aprovechándose de
la rebelión, vacila menos en asegurar su poder castigando a los hambrientos,
vigilando a los sospechosos y reforzando las partes más débiles” (p. 99) Y el
mismo Maquiavelo (1995) considera que un Príncipe para evitar sinsabores debe
contar con la amistad del pueblo. (p. 99) Y quien contaba con la amistad de su
pueblo era Valjean, por lo tanto él merecía ser el verdadero Príncipe. Javert es un hombre que arrastra cadenas por
su herencia paterna y materna. Su naturaleza está enlazada con el odio a su
pasado. Cuando detiene a Maurus y Cosette
al gritarle que ella era hija de
una prostituta, no era más que un intento de esconder tras su poder el odio que
sentía por sí mismo, pero se encontró con una mujer criada con amor, con cariño
y respeto, libre de rencores, de recuerdos amargos y eso le otorgaba más poder
a ella que a su agresor. Según Macpherson (1979) el poder de cada hombre es
contrarrestado por el poder de los demás… (p. 201)
Valjean, con todo su derecho de
hacer justicia a nombre suyo y del pueblo, y con ello quitarse la maldita
sombra de su vida, en un acto de irracional bondad, desata las manos de su
verdugo y le da la libertad a pesar de su soberbia advertencia de perseguirlo
sin cesar. Nuevamente se demuestra como la justicia y la forma de aplicarla
depende de mucho de la maldad o bondad juez. Y en este caso el juez tenía todo
su derecho para hacerla a su manera. Refiriéndose a la justicia Constant (1943)
afirma “Un deber positivo, general, sin
restricción, siempre que una ley parece injusta, es no hacerse su ejecutor” (p.
24) Pero cuando suceden estos casos, casi nunca la masa, el pueblo actúa como
Valjean. Al respecto Hobbes (1997) opina “…un hombre no puede renunciar al
derecho de resistir a aquellos que lo asaltan por la fuerza y quieren quitarle
la vida…” (p. 53)
Sin juicios ni la posibilidad de defenderse el
pueblo es fusilado sin piedad en nombre del monarca y Javert, como premio a su
constancia, como fiel lobo cazador, con un hambre de diecinueve años, atrapa a
sus dos presas. En un atisbo de compasión deja ir al Maurus herido y Valjean
cumple la palabra de volver rendido a los pies de la “Ley”. Y como una ironía
de la vida, de la propia ley natural de los hombres, aquel inspector había
aprendido la lección de ese hombre de nobles virtudes que había maltratado y
acosado por tanto tiempo. Como muestra del honor que el prisionero le había
arrancado desde el fondo del alma, le quita las cadenas y se las coloca él, confesándole
que había tratado de vivir toda su vida sin violar una regla y ahora había
violado una. Le dice que queda libre, demostrando que dentro de su maldad había
también un hombre con vergüenza, con valor, que honraba a otro con igual o
mayor virtud. Hobbes (1997) señala “El valor o valía de un hombre, es como
ocurre con todo lo demás, su precio, es decir, lo que haríamos para hacer uso
de su poder” (p. 42) Y Javert nunca pudo conseguir aquello, nunca pudo doblegar
a Valjean. El suicidio es un acto de valor que reconoce que estaba frente a un
hombre de una grandeza natural que el habría querido para sí mismo, con
virtudes que terminó admirando. Macpherson (1979) dice “honrar a un hombre, es
comprender o reconocer que ese hombre tiene el sobrante o excedente de poder
cuando se contiende o se hace una comparación con él” (p. 203) y Javert así lo
entendió.
Cuan distinta sería la realidad de nuestras democracias si las
autoridades, de una vez por todas, honraran y reconocieran el poder que tiene
el pueblo. Si hicieran una mejor repartición de las riquezas, de los recursos
naturales que corresponden a todos; si se le asegurara un sueldo digno para que
cubra sus necesidades. Pero aquello en sociedades divididas en clases es una
quimera. La milicia, al igual que en la
Francia de Valjean, ahora con otros uniformes y más sofisticadas armas, está
lista para defender la propiedad neoliberal y con ello la desigualdad y la
injusticia. Ante ello el pueblo prepara las barricadas.
(Antonio Ayoví Nazareno)
Bibliografia:
Aristóteles. Política. Gredos, Madrid,
España, 1988.
Constant, Benjamín, Principio de política de
1829. Editorial Americale, Buenos Aires,
1943.
Hobbes, Thomas. Leviatan. Barcelona, España,
Ediciones Altaya, 1997.
Kant, Inmanuel. "¿Qué es la ilustración?” en ¿Qué
es la ilustración? Madrid, España, Editorial. Tecnos, 1993.
Locke, John. Segundo tratado del gobierno civil.
Madrid, España, Alianza Editorial, 1994.
Macpherson, C. B. La teoría política del
individualismo posesivo. Barcelona, España, Editorial Fontanella, 1979.
Maquiavelo, Nicolás, El Príncipe. Editorial planeta-de agostini,
Barcelona, España, 1995.
Rousseau, Jean J. El contrato social. México,
Editorial Porrúa, 1992.
Rousseau, Jean J. El origen de la desigualdad de los hombres. Alianza
editorial, Madrid, España, 1985.
Montesquieu, Barón de, Del Espíritu de las Leyes. Ediciones
Sarpe, Madrid, España, 1984.
August, B. Los Miserables. Adaptación de la novela de Víctor Hugo, (1998)
1 comentario:
Excelente análisis...
Saludos cordiales
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